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En el final de su mandato juega sus restos ensamblando una nueva coalición que intenta reeditar la que lo eligió. Los cargos en el gabinete que dejaron vacantes sus copartidarios serán (o son) para sectores con votos en el Congreso y en la opinión que le acompañen en este último tramo, intentando aprobar sus reformas y respaldando a su candidato en 2026. Aunque cada vez surgen más teorías y preguntas acerca de las verdaderas intenciones del gobierno en los meses que le quedan -basadas en las perspicacias que han despertado sus bandazos, amenazas y su cercanía ideológica con la dictadura venezolana–, una lectura desapasionada acerca de lo ocurrido en el consejo de ministros del pasado 4 de febrero señala un punto de quiebre.
Algunos han interpretado que el sorprendente consejo en realidad fue una explosión controlada ante la inevitable divulgación de la participación del llamado zar del contrabando en la campaña presidencial que, además de sus consecuencias penales, confirmaría la violación de topes. Pese a los esfuerzos de sectores afines al gobierno que han tratado de recordar la manera como el contrabando había venido, históricamente, permeando nuestras fuerzas de policía, la verdadera noticia se refiere a la reunión, sin precedentes, que tuvo el hoy presidente con el denominado zar, además del aporte por 500 millones inexplicablemente recibidos y supuestamente devueltos. Para otros, se trató, apenas, de la improvisación que caracteriza al actual gobierno. Acerca de la primera interpretación deberán pronunciarse, ojalá oportunamente, las autoridades respectivas. Entre tanto, el calendario electoral sigue su curso.
Tiene todo el sentido que Petro prefiera gobernar, en este último tramo, con los “dueños” de las curules y los votos que con sus activistas amigos a quienes ha remitido a ejercer su activismo, de nuevo, en “la calle”. Es una apuesta difícil con inmensas posibilidades de continuar fracasando. El gobierno de activistas colapsó en la gestión, pero también políticamente. El caudal electoral de Petro y del pacto se ha reducido a menos de la mitad quedándole solo una porción de la parte dura de su electorado.
Petro se juega todo en la reforma a la salud, la paz total y la ley de competencias. Los sectores de salud y defensa han sentido el impacto de su errático manejo. Necesitarán más recursos para funcionar en este último año ante la caída en el recaudo generada mayormente por la ralentización de la actividad económica cuyas perspectivas no son alentadoras este y el próximo año, y el aumento desaforado del gasto público. La merma en la inversión no se puede disimular. Propondrán más impuestos que disminuirían, aún más, la inversión aumentando la incertidumbre. El gobierno se encuentra inmerso en un círculo defectuoso.
La otra apuesta importante en lo que le queda de gobierno es la ley de competencias que, en teoría, debería jalar una coalición tirada por los sectores santistas que la propusieron, en cabeza del experimentado exministro Cristo, quien se retiró antes de las burradas que se encuentran a punto de ocurrir en el Congreso. Dentro de los sectores afines al gobierno o petrosantismo competirá, además de él, Claudia López, quien apoyó a Petro en su elección y cuyo jefe de gabinete ha sido ya nombrado ministro. Bolívar, Muhammad y Alexander López tuvieron su cuarto de hora, pero el pragmatismo pudo más en su líder, quien los devolvió, literalmente, a “la calle”.
Un gobierno con problemas de caja; débil políticamente, es aún más débil ante las cambiantes coyunturas externas a las que llega maltrecho luego de su conato de pelea con el presidente Trump en un periodo de cambios geopolíticos. Para terminar decorosamente su periodo tiene retos enormes los cuales, sabemos, intentará afrontar con narrativas y discursos, necesitando en realidad un milagro de resurrección.
