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Prestar a las empresas o comprarlas, pero no permitir su desaparición

Luis Carvajal Basto

07 de septiembre de 2020 - 12:00 a. m.

No es popular y poco ayuda a la imagen del presidente el préstamo otorgado a Avianca, aunque se hubiesen estimado garantías para su recuperación. Independientemente de consideraciones políticas por parte de opositores y simpatizantes, puede ser una opción razonable no solo por la importancia estratégica de la actividad atendida, tanto como por los efectos indeseables de su eventual desaparición.

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En momentos en que discutimos la venta de activos del Estado para financiar los costos de la pandemia, puede resultar para muchos sorprendente o inadecuado financiar la operación de empresas de carácter privado que, como regla, distribuyen sus utilidades entre sus accionistas. La situación de las finanzas públicas nos ha puesto a escoger entre una nueva reforma tributaria, aumentar el nivel de endeudamiento o vender activos de la nación, un escenario en que el préstamo a Avianca podría parecer irracional. No somos un país rico, aunque nuestras finanzas públicas se hubiesen manejado históricamente de manera responsable, pese al notable aumento de la deuda externa que prácticamente se duplicó en el periodo 2012-2018, sin pandemia.

Un gravamen desproporcionado a la actividad empresarial, consecuencia de una eventual reforma tributaria, tendría como resultado la quiebra de miles de empresas, pérdida de empleos y caída adicional en inversión y demanda, además de la disminución en el recaudo de impuestos, es decir, todo lo contrario de lo que buscamos en este momento de dificultad. Hace pocos días el presidente de la ANDI se quejaba del excesivo nivel de tributación en Colombia, al que habría que adicionarle nuestra falta de competitividad y, desafortunadamente, la realidad de la corrupción, estimada en un 18% del valor de la contratación por los mismos empresarios, de acuerdo con un estudio realizado hace unos años por la Universidad Externado de Colombia.

Es sencillo para algunos líderes políticos incluir en sus discursos reclamos a la industria nacional sin considerar sus niveles de tributación que la hacen poco competitiva, aunque sabemos que sin impuestos no hay recursos para la política social, un hecho poco observado, con sus efectos, en el ideario populista. En esos casos la ciudadanía termina pagando su nivel de incompetencia. La excesiva protección, por otra parte, puede cambiar las estructuras de costos y precios, con un efecto en la inflación, en realidad el peor de los impuestos. Se puede considerar, como ejemplo, el efecto que tendría en el precio del pan la prohibición o un excesivo gravamen a la importación de trigo.

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El aumento en el nivel de endeudamiento, por su parte, tendrá consecuencias dependiendo, entre otros factores, de su origen. El externo, en la posición financiera del país, el costo de la deuda y, muy en el corto plazo, en la tasa de cambio, con alteraciones inmediatas en los niveles de inflación, además de las condiciones de los organismos de crédito y las calificadoras que terminarían en pérdida de autonomía del país. El endeudamiento interno, un préstamo excepcional del Banco de la República por una única vez como se ha propuesto, en cambio, permitiría sobrellevar la situación con menor afectación y condicionamientos, si observamos las posibilidades disponibles en el mundo real, un lugar diferente al discurso político.

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Un préstamo de esas características permitiría al Gobierno capitalizar empresas, emprendedores y crear empleos. En este punto de la pandemia son muchos los países, incluyendo Estados Unidos y los de la Unión Europea, que han debido recurrir al financiamiento de la actividad empresarial desde el Estado, con bajos o nulos intereses, como una manera de proteger el bienestar de la población y los empleos, aunque dados nuestros antecedentes resulte indispensable diseñar y aplicar mecanismos excepcionales de control ciudadano para poner freno a la corrupción y al errado uso de los recursos.

Puede ser que el Estado, en todo el mundo, termine prestando y comprando no a una sino a muchas empresas, una alternativa más razonable y menos gravosa para la sociedad que las consecuencias de su desaparición. Se trata de respuestas excepcionales en tiempos de pandemia: debemos sobrevivir.

@herejesyluis

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