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Aunque estuvo a punto de hundirse, es probable que la reforma a la salud, finalmente, se apruebe. Es irónico que su contradictor más fuerte sea el liberalismo de Cesar Gaviria, uno de los socios de la coalición. De convertirse en opositor, podría canalizar sectores políticos y de opinión que hoy no se sienten representados, aglutinando a una dispersa oposición de cara a las elecciones regionales.
La reforma y el debate suscitado reflejan dos enfoques sobre lo que debe ser el gobierno y el Estado. La promesa del monopolio estatal fracasada históricamente, combinada en este caso con clientelismo puro y duro o mermelada, de una parte, y de otra una mirada que reconoce el papel del sector privado y de toda la sociedad en la eficacia y el funcionamiento de lo público, un desarrollo perfectible pero probadamente exitoso, no de gobiernos anteriores sino de las ciencias en administración. Contrariando argumentos ideológicos o políticos -la justificación más relevante del gobierno- muchos en Colombia pensamos que, en aras del interés general y no de una supuesta intención política, en particular, se deben privilegiar criterios técnicos, y que no se puede dar marcha atrás en los avances logrados como pretende una reforma que más que justicia social busca una revancha contra la participación privada. Un simplista y falso sofisma según el cual “la salud un es derecho no un negocio”, reiterado por funcionarios del gobierno, ilustra bien esa intención.
Luego del hundimiento de la reforma política el futuro de la coalición y del gobierno dependen de lo que ocurra con la reforma a la salud. Hasta este momento el liberalismo ha operado como partido “bisagra” pudiendo dejar de serlo en un periodo de orfandad de la oposición. El segundo candidato más votado en las presidenciales desapareció y no tiene representación política. El expresidente Álvaro Uribe se encuentra más ocupado de sus problemas legales que del devenir político, mientras el desgastado expresidente Germán Vargas Lleras, protagonista de las administraciones que nos trajeron hasta Gustavo Petro, en la Colombia de hoy difícilmente recuperará el ascendente que alguna vez logró.
En apariencia al gobierno las cuentas no le cuadran. La única voz que ha podido detener la hasta hace unos días arrolladora locomotora ha sido la de Gaviria y como están las cosas, si su partido niega la aprobación de la reforma, esta se hundirá. Sucederá si, además de los liberales, solo una fracción de los conservadores; de los congresistas de la U y un tercio de otras fuerzas independientes no lo apoyan. El No conseguiría casi 60 votos en Senado. Matemática y políticamente es probable, pero la capacidad de persuasión del gobierno sobre cada congresista -el lentejismo- es un poderoso argumento.
Los partidos, o lo que queda de ellos, están inermes. La aplicación de la ley de bancadas -las sanciones que recibirían congresistas disidentes, como la expulsión o la prohibición de votar- también los perjudican. En el caso del liberalismo la cosa se complica porque, como los conservadores y la U, se declararon partido de gobierno. Lo lograría convirtiéndose en partido opositor, cosa que puede hacer por una única vez. ¿Tendrá el expresidente Gaviria, interpretando a una opinión que no votó por Petro, inconforme con las reformas, la motivación y la fuerza necesarias?
Lo que hemos visto y se viene es un pulso. Ha trascendido que el gobierno se empleará a fondo esta semana y anticipándose a una derrota aceptaría mañana martes líneas rojas de los liberales. El expresidente Gaviria ha expresado que no admitirá, en ningún caso, una propuesta que haga colapsar la participación privada en el modelo ni permitirá que las EPS se reemplacen por alcaldes y gobernadores en la intermediación del sistema de salud para lo que ha convocado reuniones de bancadas este miércoles. ¿Se mantendrá?
Podría apostar por convertirse en eje de la oposición asumiendo el liderazgo del que hoy esta carece. Sería una movida maestra que cambiaría el panorama político y las perspectivas de las elecciones de octubre. ¿Lo permitirán las negociaciones, congresista por congresista, que han deteriorado por décadas al régimen político? De no hacerlo el asunto quedará en una pataleta con la que, en el gobierno del “cambio”, se confirmará que en Colombia el partido mayoritario seguirá siendo el del gobierno de turno; la desinstitucionalización; el imperio de la mermelada.
