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¿Resistirán las cortes?

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Luis Carvajal Basto
16 de junio de 2025 - 05:00 a. m.
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No se trata de una pugna entre sectores políticos. Son nuestra Constitución y nuestras libertades las que se encuentran en juego. Desesperado ante la inminencia del final de su periodo, el gobierno intenta mantenerse, cambiando como método el discurso y ahora la Constitución. Deja la impresión de no saber que hacer para alterar el calendario electoral. Cuando la ley no le sirve intenta eludirla. Cuando los cambios se producen -como ocurre con la reforma laboral-, se mueve a una consulta y ahora a cambiar la Constitución. ¿Podrán protegernos las cortes?

Un gobierno que no gobierna quiere desconocer que su periodo constitucional se termina. Con el pretexto de su “revolución”, un discurso que le permite mantenerse vigente, los problemas terrenales poco le importan. En lugar de gobernar, el presidente sigue ofreciendo pajaritos de oro y acusando a enemigos invisibles. Intenta mantener los ojos de la opinión y la agenda pública en una narrativa siempre mutante cuyo precepto puede ser que cuando la ley no le sirve expide decretos; cuando el Congreso lo deja sin banderas, entonces cambia el discurso.

Nada nuevo. Al igual que el régimen de Venezuela, utiliza el cuento de una nueva constitución para extender sus poderes y eludir los contrapesos. Como ese régimen, cuando jueces y legisladores actúan o se resisten a ser cooptados, responde con decretos y referendos. Como el régimen, cada vez que las cortes o el Congreso intentan limitarlo reformula sus propuestas o cambia las reglas del juego para avanzar en su verdadera agenda de mantenerse en el poder a cualquier costo. No ignora los contrapesos: los convierte en escalones.

Encontró una oportunidad en la reforma laboral, pero si el Congreso la aprueba, vendrá una consulta o una constituyente y, si las pierde, dirá que le hicieron trampa. Encontrará cualquier argumento para mantener vigente una narrativa y subyugar a la minoría que le queda pero ya no le sale -ni financiada- a las calles. El bienestar y los problemas de Colombia parecen no importarle. No quiere hablar ni habla de elecciones ni de candidatos.

Mientras el presidente avanza hacia ninguna parte con su cambiante discurso, el país se desmorona. Mientras el narcotráfico tiene secuestradas las fronteras, al Catatumbo, al Cauca y al Valle del Cauca y se viene una crisis fiscal que pagaremos todos, ni siquiera sabemos si tendremos elecciones. Si no disfrutamos de garantías en Bogotá, como lo demuestra el atentado criminal contra Miquel Uribe, ¿quién podrá desarrollar su campaña en las regiones sin someterse al dictamen de los delincuentes?

Habiendo arremetido contra tribunales y cortes desde su llegada, el presidente ha sido más que cuidadoso con la Comisión de Acusaciones a quien considera su único juez. La Cámara de Representantes ha sido la consentida de él; de sus ministros; del presupuesto y las nóminas oficiales. Casi deliberadamente, ministro del Interior y presidente parecen confiados en sus mayorías en la Corte Constitucional al evaluar el futuro de su consulta. Casi no mencionan al Consejo de Estado, juez natural de los actos administrativos. ¿Por qué tanta insistencia en designar como único juez del decreto a la Corte?

Nos estamos jugando el futuro de Colombia. Nuestros jueces, en su objetividad y responsabilidad, no pueden dejar de evaluar el sentido exegético e histórico de nuestras normas. La realidad colombiana y el contexto. Sin olvidar la ruina y el dolor de Venezuela y su parecido, cada vez más evidente, con este desgobierno autoritario.

@herejesyluis

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