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Nota de protesta

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Luis Eduardo Garzón
26 de marzo de 2009 - 04:00 a. m.
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CONFIRMADO: SE HUNDE EL BARCO de la misión diplomática en Estados Unidos. Allí se sigue hablando, cual náufrago delirante, de un TLC sin brújula.

¿Se referirán acaso al extinto borrador firmado por Jorge Humberto Botero? ¿Al de las modificaciones hechas por los demócratas cuando aún eran minoría? ¿O a uno nuevo que supongo tendrá toda la receta proteccionista de la administración Obama? A esa confusión se agrega la inconcebible actitud mendicante para lograr un tratado cuya única justificación se hace a partir de una supuesta importancia geopolítica de Colombia, pero a favor de los intereses del norte. Supongo que por eso nuestro mindefensa sale del Pentágono promoviendo invasiones a los vecinos, pero tres días después hace una de las tantas reculadas de este gobierno: firmar en portugués que nada justifica la violación de soberanías. Terco como una mula, se resiste a admitir que la legítima defensa ya no está en el lenguaje de la política internacional gringa, como tampoco se dan por aludidos de símbolos tan categóricos como la eliminación del abominable campo de concentración de Guantánamo y su significado en la defensa de los derechos humanos.

Y creo que ello no sucede por confusión sino por un problema genético, pues actúan como el Barco de la primera generación, cuyo gobierno se caracterizó por dejar hacer y dejar pasar. El país se convirtió para él en toda una Rochela, en cuyo bullicio murieron miles y miles de colombianos de bien que son revividos veinte años después por sus hijos y su índice acusador. El mismo dedo que utilizan los familiares de los jóvenes asesinados a mansalva por algunos agentes del Estado para cobrar recompensas y que el Gobierno lo minimiza con el que “no eran tantos”, asimilando esa situación macabra a una simple enunciación aritmética. Impera la misma lógica que con el sindicalismo: ¡Ahora son menos! Tapar y tapar es la estrategia. Lo que pasa es que es difícil que la alcantarilla sofoque los olores no sólo de formol, sino del mal aliento que le produce a uno que le respiren al oído desde la inteligencia estatal. Eso lo sabe el Presidente, que cual avezado soldado promueve la avanzada para que Pachito diga lo que a él le está impedido decir: que el Plan Colombia no sirve. Pero ni bobos que fueran los gringos, que vieron cómo su platica se perdió cual pirámide moderna. Les dijeron que era para combatir el narcotráfico y terminó debilitando a las Farc. Aunque lo uno está vinculado a lo otro, lo cierto es que crecen los cultivos y el consumo.

Me temo que el Departamento de Estado, viendo este expediente en la retaguardia de la seguridad democrática, busca imponer unas nuevas reglas de juego que incluyan sus intereses militares en la región y una mayor injerencia en el quehacer político colombiano. Por eso mismo se revive el debate de la extradición. ¡Bienvenida esa discusión! ¡Cuántas verdades sobre masacres se perdieron! ¡Cuántos de esos criminales han negociado y gozan de fines de semana en Disneylandia! y ¡Cuánta impunidad política se ha permitido! Por eso, más que hablar de esa algarabía santista que oscurece el panorama, se hace imperativo que el gobierno de Obama lo aclare. Eso sí, con nuestra propia nota de protesta. El problema ahora es quién del Gobierno tendrá autoridad para diligenciarla con autonomía e independencia. Me temo que nadie.

 

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