El caos sembrado y la falta de una respuesta firme pero garantista amenazan gravemente el sustrato del Estado de derecho en nuestro país.
Colombia es uno de los pocos países de Suramérica que, pese a todos sus problemas, ha logrado construir y mantener una institucionalidad que la ha alejado del caos político y económico que domina en países como Argentina o Bolivia, o del autoritarismo que han sufrido en algunos períodos Chile o Perú, donde la respuesta a la agitación fue la dictadura. Sin embargo, esto está empezando a cambiar. El 2021 fue un año muy difícil para la institucionalidad colombiana y mostró que existen graves riesgos frente al Estado de derecho.
La inseguridad está disparada en las grandes ciudades, y en varios departamentos reinan las disidencias y los grupos armados ante la impotencia de la autoridad que ve cómo nuevamente los territorios han sido cooptados por las mafias. El infame atentado contra el aeropuerto de Cúcuta demuestra que el caos volvió para quedarse y la respuesta institucional está siendo débil. La gran ironía es que los líderes de las disidencias ni siquiera están siendo golpeados en Colombia sino en Venezuela, donde el caos ya se tomó hace décadas el poder.
El desorden reina en muchos aspectos. Los niños y las niñas no fueron al colegio en gran parte del año. Las vías se bloquearon ante la mirada atónita de los gobernantes, que no tomaron medidas inmediatas y por ello cuando adoptaron decisiones ya era demasiado tarde. Como si nadie supiera qué hacer y como si pedirle a la fuerza pública que levantara los bloqueos fuera un acto dictatorial. La situación es grave, sobre todo, por la introducción de narrativas que quieren mostrar cualquier decisión firme como autoritaria para sembrar el caos. Ningún alcalde ni ministro de Defensa está libre de este riesgo de ser confundido con un autócrata, por muy demócrata que sea.
Todo lo anterior, agravado por la absoluta crisis de la protección de la honra en Colombia. Cualquiera injuria a cualquiera sin que se pueda hacer nada para defenderse. Las redes sociales se están convirtiendo en un reino del insulto y la difamación, y la justicia no ha hecho nada para evitarlo.
En el campo económico, si bien la recuperación ha sido muy importante, la escalada del dólar y el aumento de la inflación han afectado el bolsillo de los colombianos y también los niveles de inversión, pues muchas personas están sacando recursos de Colombia para invertirlos en dólares ante la devaluación del peso. Preocupa la indolencia de muchos expertos economistas que, en vez de buscar soluciones frente a la situación, recomiendan en secreto que lo mejor es invertir en otros países antes de que llegue un cataclismo como el ascenso de Petro.
Colombia debe generar liderazgos claros pero al mismo tiempo garantistas para los ciudadanos, pues los amigos del caos se han aprovechado de la situación para calificar cualquier decisión de autoritaria. La institucionalidad está en grave riesgo, pero aún estamos a tiempo de salvarla.