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Demócrata, Plutócrata e Hipócrita

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Luis Fernando Medina
29 de abril de 2014 - 02:28 a. m.
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Los lectores de cierta edad ya se habrán dado cuenta de que el título de la columna viene de una vieja canción de Angel Parra.

Pero como todo lo que era viejo se volvió nuevo (¿han visto cómo volvieron la Gran Depresión y los partidos fascistas en Europa?), termina uno por no saber en qué época está viviendo. El otro día, sin ir más lejos, se me cayó el monóculo de la sorpresa que me llevé cuando fui al café a escuchar un trío de violín, piano y guitarra de esos que tanto se estilan ahora y a ver qué noticias habían llegado por el cable transatlántico. No acababa de bajarme del carruaje cuando un amigo me saludó con su sombrero y me contó del último ensayo publicado por dos politólogos norteamericanos: Martin Gilens y Benjamin Page. Resulta que los dos profesores se pusieron a estudiar el comportamiento del Congreso de Estados Unidos y descubrieron que las decisiones de aquel augusto cuerpo legislativo no tienen mucho en común con las preferencias de la mayoría de los ciudadanos y en cambio se parecen más a las preferencias de algunos cuantos grupos de "lobby." "Y eso no es todo," continuó mi amigo, "los estudios más recientes sobre la distribución de la riqueza, empezando por el último libro de Thomas Piketty, concluyen que estamos acercándonos a niveles de desigualdad similares a los de comienzos del siglo XX."

Lo noté tan agitado que tuve que ofrecerle un poco de mi rapé. Pero la verdad yo no atinaba a entender a qué se debía tanta agitación. "¿No entiendes?," me dijo ya sentados a la mesa, "Es gravísimo. Por un lado resulta que cada vez el capital está más concentrado, por otra sabemos que a la hora de legislar los dueños de ese capital tienen mucha más influencia que cualquier mayoría electoral. ¡Es el paso de la democracia a la plutocracia!"

Como el corbatín me estaba molestando, me costaba trabajo hilar mis ideas. Pero él claramente esperaba algún comentario mío de modo que, como para salir del paso, le dije: "Bueno, no es tan grave. Es cuestión de limitar los flujos de dinero privado hacia las campañas políticas y verás cómo los partidos entienden que para sobrevivir tienen que escuchar a los votantes rasos y no a uno que otro grupo económico."

"¿Te has excedido en el opio últimamente?," me espetó para mi sorpresa. "¿Qué no te das cuenta de que las tendencias van en la dirección contraria? No más en Estados Unidos en estos días la Corte Suprema acaba de erosionar, aún más si cabe, las regulaciones de los gastos de campañas políticas. Ahora ya prácticamente no hay límites a la cantidad de dinero que agentes privados, corporaciones o personas pueden contribuir a una campaña."

Por su tono un tanto triunfal me di cuenta de que yo también tendría que salir con algo inteligente. Pensé en ganar tiempo para pensar mi respuesta pidiéndole al mesero que me acercara el teléfono del café so pretexto de tener que hacer una llamada urgente. Pero soy mal actor; no hubiera sabido cómo fingir la llamada. Súbitamente tuve una inspiración: "Te estás concentrando demasiado en el aspecto político del problema," dije. "Pero olvidas que en una democracia liberal la economía funciona con principios de competencia. Esos plutócratas a los que tanto temes, tienen que competir en el mercado unos con otros y con todos los aspirantes a plutócratas que vienen más abajo. En condiciones de mercado libre es muy difícil mantenerse siempre en una posición dominante."

Ya desde antes de terminar mi frase me di cuenta de que no estaba teniendo el efecto esperado. Mi amigo se acariciaba la punta engominada de su mostacho con el gesto que suele poner cuando está a punto de resolver un crucigrama. "A ver," me dijo como armándose de paciencia "no es que yo esté ignorando el aspecto económico, eres tú el que no se da cuenta de que las dos cosas van juntas. Los mercados son una creación política."

Seguramente puse cara de desconcertado (y era verdad que lo estaba) porque se tomó un sorbo de su Vin Mariani (es de los que dice que el extracto de coca lo pone lúcido) y con calma y voz de autoridad siguió: "Fíjate en los bancos, ya que está tan de moda hablar de ellos. Aparentemente el sector financiero es privado pero si rascas un poquito la superficie te vas a dar cuenta que hay allí todo tipo de intervenciones estatales. Cuando un banco quiebra, si es suficientemente grande lo normal es que salgan los gobiernos a rescatarlo. Ahora bien, eso es hasta comprensible. Pero eso quiere decir que hay que decidir si el gobierno rescata y nacionaliza como ha ocurrido por ejemplo en la crisis financiera sueca de 1991 o simplemente rescata, gastando dinero del tesoro público y dejando que los banqueros sigan la fiesta después. Cualquiera de esas decisiones es política. Fíjate en los tratados de comercio internacional. Como los aranceles hoy en día son tan bajos, ya los tratados de libre comercio casi ni incluyen cláusulas sobre ellos. En cambio hay páginas y páginas sobre derecho de patentes y propiedad intelectual para cubrir de todo, desde medicamentos hasta películas. Y esas patentes, ¿no son otra cosa que monopolios que el Estado le da a un particular, es decir, una decisión política? Si quieres creer que son necesarias para la innovación, es asunto tuyo. Pero el hecho es que cuánto dura una patente, cómo se litiga y todas esas cosas son decisiones políticas. Podría poner más ejemplos pero la conclusión es la misma: la gran hipocresía de nuestro tiempo es creer que los mercados son un fenómeno natural, espontáneo, cuando en realidad son una creación política. Si a eso le sumas que, como dijimos antes, la política es cada vez más asunto de los grandes intereses económicos, y que el capital se está concentrando cada vez más, no me vas a negar que eso que llaman democracia, ¡no lo es!," dijo casi con tono indignado.

"No lo había pensado así," le concedí. "¿A todas estas, eso de que los mercados son creación política, es invento tuyo? Porque si es así, vale la pena que lo escribas."

"¡Qué va!" dijo, "Lo puedes leer en muchas partes. Hace rato lo dijo Polanyi, entre otros. Dean Baker acaba de sacar un libro muy bueno sobre el tema y se consigue muy fácil en internet."

"¿En dónde?" pregunté extrañado ante esa palabreja que nunca había oído en mi vida.

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