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En los meses anteriores a la invasión a Irak hubo todo un desfile de "analistas" de política que pontificaban diciendo que "el camino a Jerusalén pasa por Bagdad."
Según estos expertos, invariablemente neoconservadores afines a la derecha Likud de Israel a quienes nunca les había importado una higa la situación de los palestinos, la invasión a Irak facilitaría la paz entre Israel y Palestina ya que el régimen de Saddam Hussein era el que financiaba las acciones terroristas en los territorios ocupados.
Bastaba con invadir Irak, tras lo cual surgiría allí un gobierno democrático, filo-americano y ya: todo listo para iniciar, ahora sí, negociaciones de paz en Israel. Ignoro cuantos incautos creyeron ese argumento inverosímil. No importa. Era solo uno de tantos para defender una decisión política que ya estaba tomada de antemano. Pero no he podido evitar acordarme de aquellos tiempos ahora que el Primer Ministro Netanyahu ha dicho que bajo ninguna circunstancia considerará la posibilidad de un Estado Palestino soberano ya que el aumento del radicalismo islamista en la zona representa un peligro para Israel en la rivera del Jordán. Por supuesto, se refiere al surgimiento de fuerzas radicales en medio de los escombros que dejó la invasión a Irak.
Repasemos: según el Likud, en el 2003 no se podía intentar la paz con los palestinos porque estaba en el poder Saddam Hussein. Primero había que derrocarlo. Pero Irak, ¡oh sorpresa! no se convirtió en la Suiza del Eufrates sino que ha venido incubando por años una peligrosa guerra civil. Los pomposos analistas del círculo americano-israelí que rodea a Netanyahu estaban equivocados (como lo sabía cualquiera que se hubiera tomado la molestia de mirar la situación por más de cinco minutos). En condiciones democráticas normales, un error analítico de esa magnitud le cuesta a cualquiera su puesto. Pero no: en lugar de retirarse a vender hummus, una actividad digna en la que verdaderamente contribuirían al bienestar social, los halcones de aquel entonces vienen ahora a ofrecer la solución al problema que ellos mismos propiciaron: bombardear Gaza e invadirla mientras Netanyahu públicamente le aplica la eutanasia a la idea de un Estado palestino.
Por supuesto que el catalizador del momento son los ataques de Hamas. Pero resulta que Hamas es producto de otra de aquellas genialidades de la derecha Likud. En los años 70s y 80s el gobierno de Menachem Begin estaba nervioso ante el crecimiento de la OLP liderada por Arafat y alguien en su círculo tuvo la brillante idea de fomentar un movimiento islamista disidente: Hamas. Una vez más, cuando la fórmula no funciona como sus genios creadores lo esperan, en lugar de simplemente desaparecer de la escena, proclaman que ellos y solo ellos tienen la solución. Con el agravante de que la famosa solución ya la hemos visto en acción antes. La tragedia de Gaza es aún más macabra por su familiaridad. Lo que está ocurriendo ahora ya ha ocurrido dos veces más en los últimos cinco años, con idénticos resultados.
Al igual que en los tiempos de la invasión a Irak, todo esto era previsible. Hamas es un grupo radical con un ala militar que comete ataques terroristas contra la población civil israelí. Pero, ¿qué esperaba Netanyahu? En este momento no existe ninguna vía política, pacífica para que la población palestina pueda defender sus derechos. Los habitantes de Gaza y la Rivera Occidental no son ciudadanos israelíes de modo que no pueden protestar allí. Los pocos miembros árabes del Knesset son ignorados por sus colegas o son, como ocurrió hace poco, expulsados de las sesiones. No existe ningún proceso de paz digno de tal nombre. La Autoridad Palestina se encuentra deslegitimada, en parte como resultado de las acciones del gobierno israelí (otra de aquellas "ideas geniales"). Las Naciones Unidas no sirven porque Estados Unidos siempre veta las resoluciones relevantes. Entonces, ¿qué opción queda para luchar contra la ocupación y el estrangulamiento económico? Así que ahora viene otra tanda de "ideas geniales." Como el ejército israelí ya entendió que no puede acabar con Hamas desde el aire, ahora invade Gaza.
Por supuesto, va a ser un desastre, no va a lograr ninguno de sus objetivos y va generar procesos aún peores. Pero no importa. Los arquitectos del plan van a conservar sus puestos y preparar la siguiente estrategia.
En el fondo, el problema de Israel es el mismo que tuvieron Inglaterra y Francia en sus tiempos coloniales en Africa y Asia: nunca han querido aceptar la población subyugada tal como es. Siempre se necesita una "fase previa" para preparar las condiciones para después sí, de verdad, verdad, proceder a la descolonización. Pero cada fase previa fracasa, como resulta inevitable con esos experimentos de ingeniería social a gran escala bajo una bota militar. Pero el enorme poder del bando colonizador lo protege de las consecuencias de sus propios errores, consecuencias que termina pagando el bando ocupado, con lo que tras cada desastre siempre se puede programar el próximo.
Inglaterra cometió todo tipo de errores y crímenes en la India pero la vida en Londres seguía plácidamente. Aunque la crisis de Argelia terminó por sepultar la Cuarta República Francesa, los verdaderos desastres los sufrió la población argelina ante las depredaciones del ejército francés. Aunque no se puede negar que el ciudadano israelí promedio teme los misiles chapuceros de Hamas, nada de esto se compara con el terror, la destrucción y la miseria de Gaza.
Al final, Inglaterra y Francia tuvieron una opción: simplemente largarse y así lo hicieron cuando la situación se volvió insostenible. Pero Israel no tiene esa opción aunque ya hay israelíes que deciden emigrar hastiados de la situación.
Es difícil ver una salida. Estados Unidos, la potencia que más podría influir en este problema, se ha declarado siempre el gran amigo de Israel y lo financia generosamente. Dudosa amistad. El verdadero amigo de un heroinómano no es el que le financia la heroína sino el que le ayuda a salir de la adicción así sea a costa de decirle verdades desagradables. Y la verdad es que el nacionalismo arrogante de Netanyahu y su coalición le están haciendo un daño quizá irreparable al proyecto de un Estado de Israel pacífico y democrático. La verdad es que el proyecto de nación de Netanyahu requiere un campo de concentración permanente en Gaza y una masa de palestinos segregados y desposeídos en la Rivera Occidental. La verdad es que mientras la derecha Likud pueda seguir diseñando planes sin pagar las consecuencias, los "efectos secundarios" de sus planes, es decir, las masacres, seguirán.
Adenda: ¿Por qué - se preguntará más de un lector de este diario - tantos tributos a Manuel Ramírez en su fallecimiento, un nombre que a muchos seguro no les dice nada? Por eso mismo. Porque tuvo todos los méritos, las capacidades y las conexiones para acumular poder y fama y sin embargo prefirió dedicarse a ofrecer su opinión ponderada, a compartir su vastísimo saber y a educar con sus clases y, sobre todo, con su ejemplo. Eso debería ser noticia de primera página. Nos dejó un gran colombiano, más grande que muchos que ocupan titulares a ocho columnas.
