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Un Cuento Viejo en Nueva Delhi

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Luis Fernando Medina
23 de diciembre de 2013 - 11:00 p. m.
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Cuando, bien entrada la conversación, me dijo que era de origen campesino muy humilde, no me sorprendió en lo absoluto aunque tal vez yo haya debido darme cuenta desde un comienzo sin que él me lo dijera.

Tal vez es porque soy extranjero de modo que esos detalles se me escapan. Igual, en general soy muy torpe a la hora de evaluar gestos, formas de vestir y cosas de esas. Hay gente capaz de descifrar a su interlocutor fijándose en el lenguaje corporal. En cambio yo me tengo que fijar es en su biblioteca. Pero esta vez me falló. 

Antes de empezar la charla tuve tiempo de fisgonear un poquito entre sus libros. Buenos títulos y otros que aunque yo no los habría escogido, sé de profesores universitarios que los devoran. Lo último de Hobsbawm, un libro de ensayos recientes sobre Lukács, Frederic Jameson, Homi Bhabha, en fin, una biblioteca de un intelectual de izquierda de nuestro tiempo. Nada de manuales soviéticos, ni obras escogidas de Enver Hoxha, ni volúmenes de Stalin, ni cosas de esas. Es alguien que anda al día, no un dinosaurio. 

Pero a veces habla como si lo fuera. Profesionalmente funciona como intelectual pero también es un activista político. Como no quiero entrar en detalles, diré simplemente que el gobierno indio preferiría que se dedicara a otra cosa. El hecho es que cuando habla de política no se ven los matices y las sutilezas que su biblioteca anunciaba. Es como si el tiempo se hubiera detenido, la conversación bien hubiera podido ocurrir hace treinta o cuarenta años. Que en India no hay democracia, que los partidos políticos, todos ellos, incluidos los de izquierda, son parte de una farsa, que el sistema creado por la burguesía aliada con el imperialismo ha permanecido idéntico desde la Independencia en 1947, que los procesos de paz son siempre (incluidos los de Colombia) una trampa de la burguesía para sitiar e infiltrar al movimiento revolucionario y así sucesivamente. Creo notar cierta decepción cuando le digo que las FARC están dialogando y que muy probablemente se va a firmar la paz.

Como soy extranjero, y como lo que más me interesa es escucharlo, no digo nada. No le pregunto si ve alguna diferencia entre las políticas neoliberales de los últimos años y el modelo socialista de Nehru. No le pregunto cómo evalúa las reformas agrarias que se han hecho, especialmente la que lideró en Bengal Occidental el Partido Comunista de la India (Marxista) en los años 80. Mucho menos le voy a preguntar por su opinión sobre el colapso de los regímenes comunistas en 1989. 

¿Por qué esta discrepancia? ¿Por qué alguien que a todas luces anda informado sobre las nuevas tendencias insiste en que el mundo no ha cambiado, que todos los últimos sesenta años (o setenta, o cien, lo mismo da) han sido la misma historia de expolio y engaño? 

Hay una respuesta fácil y otra difícil. La fácil es que simplemente hay gente de izquierda que nunca hizo el "aggiornamento," gente para la cual el comunismo no se acabó y que no entendió que ahora toca ser socialdemócrata, que el nuevo credo es capital humano para el crecimiento y la movilidad social, privatización e inversión extranjera con gasto social. 

Puede ser. Pero consideremos por un momento la respuesta difícil. ¿Qué tal que la clave no esté en su biblioteca sino en su origen campesino? ¿Qué tal que la razón por la cual su discurso no ha acogido los nuevos vientos es porque en el mundo campesino tales nuevos vientos han sido más bien un huracán? Al fin y al cabo, es la dichosa inversión extranjera la que, espoleada por el dichoso crecimiento, está llegando a explotar minerales y desplazar campesinos en las zonas más remotas. 

Desde hace ya veinte años, tras el así llamado "consenso de Washington," "lo social" se volvió el refugio de la izquierda. Desde hace veinte años buena parte de la izquierda, especialmente en el Tercer Mundo, ha confiado en que si acepta los fundamentos del modelo de mercado, puede a cambio obtener ciertos aumentos en gasto social (¿cuándo han visto a alguien oponiéndose a más salud y más educación?). No es este el lugar para hacer un balance pormenorizado de esa estrategia aunque yo tengo la impresión de que ha generado todo tipo de resultados, buenos, malos y feos. Pero sí es posible plantear algunas dudas. 

De pronto, tras veinte años de consenso es hora de reconocer que no todos los problemas de una sociedad se resuelven con más salud y más educación. Existen en el Tercer Mundo segmentos de población excluida a la cual no le dice nada el discurso de la eficiencia de mercado combinada con política social. 

Las razones abundan. A veces la tan cacareada política social no llega. A veces, y ese parece ser el caso de América Latina, llega pero no alcanza. Según estudios de la CEPAL, a partir de los 90s en la región se ha debilitado la relación entre crecimiento y reducción de la pobreza. Es decir, ahora para reducir un punto porcentual los índices de pobreza es necesario crecer más que antes de los 90. Pero tal vez hay otra razón más profunda que no tiene que ver con la política social. La liberalización comercial, el auge minero, el tránsito hacia una agricultura intensiva en capital son todas medidas que si bien pueden aumentar la eficiencia y el crecimiento, producen enormes disrupciones en la vida productiva de muchos sectores. Volviendo al caso de la India, la creciente explotación de bauxita amenaza con desarraigar y desplazar a millones de campesinos de la población tribal (los "adivasis"). En Colombia la palma africana ya dejó su estela de desplazamientos y aún nos falta saber qué va a pasar con la minería. 

Como nos lo recordaron las marchas campesinas de este año, y ya nos lo habían recordado antes tantas otras protestas sociales, hay muchos sectores de la sociedad a los que no les basta con más salud y educación, o peor aún promesas de salud y educación. Necesitan también poder ganarse la vida.  

Y así, a los socialdemócratas de nuestro tiempo se les plantea una disyuntiva. Resulta que para atender a esos sectores, para poder darles viabilidad, hay que revisar temas claves como el de la minería, la inversión extranjera o la revaluación. De pronto habría que crecer menos. Claro que también está la opción de no hacer nada. Al fin y al cabo, se trata de sectores minoritarios. Pobres, pero minoritarios. Entonces es posible más bien dejar que el consenso de Washington siga su curso, llevándoles la modernización, la competitividad, el crecimiento y el bienestar, gústeles o no. Como hizo Stalin. 

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