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¡El príncipe democrático!

Luis I. Sandoval M.

25 de enero de 2022 - 12:00 a. m.

Petro ejerce un liderazgo de una fuerza excepcional. No hay hoy en Colombia otro igual, quizá tampoco en el continente y pocos así en el mundo. La singularidad de Petro radica en que es un liderazgo ilustrado y sensible: estudia de manera incesante, se conmueve ante condiciones inhumanas o infrahumanas, le cabe en la cabeza no solo el país sino el mundo.

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Tiene una altivez y una acentuada expresión de animus imperandi, que no tenía por ejemplo Carlos Gaviria, la cual resulta absolutamente pertinente frente a la fatuidad y engreimiento de nuestras élites tradicionales de rancio abolengo y acendrados privilegios, pero que por momentos incomoda y frustra a sus pares en la orilla crítica y alternativa.

Petro está inaugurando en la política colombiana el discurso educativo, superando la respuesta baladí a las preguntas de un periodismo a menudo trivial que quiere respuestas súper rápidas de sí o no, sin contexto, sin fundamentación, sin hondura histórica. El pensamiento de Petro es de reconocido corte democrático, progresista, humanista, visionario. Hay nervio intelectual, gusta de la teoría, expresamente quiere alejarse del pragmatismo, mejor, del practicismo. Y por cuanto hay nervio intelectual, también hay nervio moral. Imposible lo uno sin lo otro.

Este tipo de liderazgo, necesario en las condiciones colombianas actuales, no deja de traer problemas. Gran ventaja con Petro es que él mismo reconoce su talante orgulloso y personalista. La figura descollante en todo asunto, en todo momento, aparte de ello infatigable, hace difícil la articulación con colectivos, grupos, movimientos, partido, coalición, cuya existencia exige reconocimiento, diálogo permanente, participación y deliberación reales, orientaciones y decisiones construidas en juego de pluralidad. Más ahora cuando el pueblo -asumido como sujeto plural o multiplicidad de resistencias a los estropicios de comunidades y naturaleza agenciados por el capitalismo neoliberal- está de regreso a las ciencias sociales y a la praxis política.

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Ese liderazgo lúcido y audaz, soportado en amplia vivencia de pluralidad, no va por la vía del “jefe natural”, pero tampoco por la del integrante o “secretario” de un comité central. El tratamiento apropiado a esta circunstancia, como lo esbocé en los comentarios a la campaña de 2018, está quizás en acoger lo que Sergio Fabrini (Universidad de Trento) llama el príncipe democrático.

Fabrini ubica ya al líder o lideresa en el papel de presidente. Piénsese en Pepe Mujica, presidente de Uruguay (2010-2015), o Ángela Merkel, canciller de Alemania (2005-2021), o Pedro Sánchez, actual presidente de España, tres gobernantes soportados en coaliciones innovadoras, arduamente construidas.

El párrafo final del sugestivo libro de Fabrini de 1999, El Príncipe Democrático, resume bien el enfoque que considero adecuado para Petro, el Pacto Histórico y el momento que vive el país: “En conclusión, la fuerza del líder y de su Ejecutivo debe encontrar su correlato en la fuerza de las instituciones públicas y sociales que deben controlarla. Estas deben permitirles a los líderes y a los Ejecutivos cumplir con sus tareas, pero al mismo tiempo tienen que vigilarlos para que no pierdan de vista el respeto a los derechos de los ciudadanos y de los intereses y de los valores de quienes no se reconocen en su política. Si impedir el ascenso del Príncipe representa una falta de sentido de la realidad, controlar su ascenso es una tarea imprescindible. La democracia necesita de líderes, hombres y mujeres, que sepan “meter la mano en los engranajes de la historia”, pero debe conseguir también que lo hagan para mejorar su funcionamiento y no para destruirlos. Cada sistema de gobierno deberá encontrar la modalidad para permitir que los Príncipes y sus Ejecutivos gobiernen, y para garantizar que lo hagan como Príncipes y Ejecutivos democráticos” (subraya Fabrini).

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Nadie gobierna como dice, todo el que accede al poder del Estado gobierna como es y como vive, de ahí la importancia de que en esta etapa germinal, la coalición Pacto Histórico logre conjugar un liderazgo descollante con un referente de pluralidad no cosmético sino real y efectivo. Este enfoque -reflexionado, consultado, aterrizado- lo he convertido en un evocador dispositivo de prácticas y debates claves en perspectiva del fortalecimiento institucional del Pacto Histórico, su perdurabilidad y su incidencia en los engranajes de la historia colombiana…

Ese texto de solo tres páginas está disponible para quienes sientan y comprendan que a Petro le va bien… (encuestas, actos en plaza pública, entrevistas, debates, lanzamientos, creciente adhesión de sectores sociales y políticos, reconocimiento internacional…), pero que podría irle mejor aún... En mi criterio, el Príncipe Democrático necesita acentuar más que su condición de príncipe, las condiciones de ejercicio democrático de su brillante liderazgo.

Recomendaciones dictadas por la empatía, fruto de la experiencia, similares a las que acaba de hacer Pepe Mujica a Gabriel Boric en breve y emotivo mensaje.

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luis.sandoval.1843@gmail.com

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