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¿Un nuevo ciclo de la guerra en Colombia?

Luis I. Sandoval M.

20 de septiembre de 2021 - 09:59 p. m.

Responder con acierto este interrogante es clave para definir una línea de política en materia de paz y, por supuesto, para orientar la vida de la sociedad, sus condiciones de existencia y sus emprendimientos de toda índole. De ahí la importancia de los trabajos del profesor e investigador del IEPRI de la Universidad Nacional Francisco Gutiérrez Sanín.

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En noviembre de 2020 el profesor Gutiérrez publicó un libro cuyo título preside esta columna. Hace pocos días este diario le hizo una entrevista y se ve que su tesis, nombrada primero cautelosamente ahora ya se afirma con solidez. Fuentes de confirmación pueden ser no solo las informaciones escuetas de la prensa diaria sino los detallados análisis aportados por agencias especializadas, tanto nacionales como internacionales. Se firmó la paz con un actor importante pero no se acabó la guerra.

Desde la orilla del movimiento ciudadano de paz, en varias de sus mayores redes y expresiones locales, compartimos, por vivencia directa con comunidades territoriales, la visión de que el país enfrenta un nuevo ciclo de violencia política, o conflicto armado interno, o guerra insurgente y contrainsurgente, con todo lo que ello implica en un contexto complejo donde se mezclan reclamos sociales estructurales, en materia de tierras por ejemplo, con economía narco y con otras violencias simbólicas y fácticas en la vida rural y en la vida urbana.

La realidad es que subsisten agrupamientos armados con enseña política como el ELN, las disidencias de las FARC, unas al mando de Gentil Duarte, otras al mando de Iván Márquez, que se combaten entre sí, y la supérstite disidencia del EPL, la más ligada al tráfico de estupefacientes. La acción de estos grupos, que tiene por momentos características claramente terroristas, no alcanza las dimensiones que tuvo el enfrentamiento antes del Acuerdo de Paz con la mayor de las guerrillas. Las acciones de violencia política y las muertes por tales acciones se han reducido sustancialmente.

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No es una nueva guerra, es la prolongación de la guerra que se inició a mediados de los años 60 del siglo XX, pero sí es un nuevo ciclo de ella con características propias: más territorializada y dispersa, con una legitimidad aún más precaria. El hecho es que seguimos en guerra política que reclama tratamiento político. No está concluida la tarea de la paz política, estamos a medio camino, por ello, con plena razón, el Senador Iván Cepeda Castro ha levantado la bandera de la paz total para denotar que ciertamente hemos dado pasos importantes en el camino de la paz, mucho se ha hecho, pero mucho, muchísimo, está aún por hacer. La voz de alerta lanzada por Francisco Gutiérrez, compartida por otros analistas y líderes de paz, es plenamente válida.

La paz firmada el 24 de noviembre de 2016 en el Teatro Colón de Bogotá, es una paz claramente incompleta, incumplida e incierta, paz pospuesta la ha llamado en su más reciente libro el también profesor de la Universidad Nacional Jairo Estrada, pero la paz existe ya, irrevocable e irreversible, en el alma colombiana, la de los jóvenes en especial. El espléndido despertar ciudadano, social y popular de los últimos años así lo comprueba. La paz es una bandera central de la movilización social aunque aparezcan eventualmente en ella brotes de violencia anárquica.

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Si se amplía la democracia y se gobierna con el pueblo y para el pueblo, con un proyecto de transformación real, nada justifica que se mantenga el alzamiento armado, ni siquiera en su forma de resistencia, nada justifica mantener la táctica de explorar indefinidamente la paz mientras se sigue una estrategia de guerra. Una política audaz de paz total, que involucre a todos los actores y factores de violencia, es necesaria para dar por terminado el postrer ciclo de la guerra en el país.

Mi apreciación y convicción es que siempre que se abra un nuevo ciclo de guerra política se abrirá un nuevo ciclo de acción ciudadana por la paz hasta superar el Suplicio de Sísifo, esto es, hasta que la paz quede instalada en la cumbre del interés de la ciudadanía y de las políticas públicas.

Una nueva oportunidad extraordinaria de paz será la aparición del Informe de la Comisión de la Verdad en los próximos meses, y un compromiso absolutamente prioritario del gobierno que se instale el 7 de agosto próximo tiene que ser una verdadera política de paz de Estado superando las paces parceladas, narcisistas y gatopardistas, ensayadas una y otra vez.

luis.sandoval.1843@gmail.com

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