En su trigésima cuarta edición la Semana por la Paz, 5 al 12 de septiembre, se constituye en uno de los grandes pasos de sociedad para recibir el legado de la Comisión de la Verdad, es decir, su Informe Final y la tarea de socializarlo.
“En esta ocasión el lema de Semana por la Paz es ¡Verdad que podemos! invitando a la ciudadanía a tomar un rol protagónico en la construcción de una cultura para la paz, y mencionando también la palabra ‘verdad’ con el fin de exaltar su valor para poder transitar hacia la paz:… verdad que podemos ser un mejor país, con justicia social, equidad, democracia y dignidad, y construir una sociedad reconciliada”.
Es rica la polisemia de ¡Verdad que podemos!, y la ciudadanía (hombres, mujeres, jóvenes, niños, etnias, minorías) en cada localidad o territorio puede ampliar aún más el sentido y propósito de la Semana a lo cual invitan los convocantes: Cinep-Programa por la Paz, Redprodepaz, Compensar, Premio Nacional de DH, Justapaz, Ipazud, Fundación para la Reconciliación, CUT, Comisión de la Verdad, Redepaz, Pastoral Social - Cáritas Colombiana, Universidad Javeriana.
La cercana aparición del Informe de la CV, en los últimos días de noviembre -o en la nueva fecha que se acuerde, si es prolongado el tiempo de trabajo de la Comisión- se convertirá, sin duda, en otra oportunidad para la paz, en esta ocasión con mucho relieve del componente cultural puesto que se trata de recuperar la memoria territorializada del conflicto interno armado de naturaleza política, incluida su relación con otras violencias, para emplearla como palanca poderosa hacia la no repetición y la reconciliación.
Fácil decirlo, nada fácil lograrlo porque, según Enzo Traverso, “para no sucumbir al dolor y para no alinearse en el olvido (en este caso el olvido como represión, como negación de los acontecimientos), el sostén del recuerdo necesita ser colectivo. La comunidad debe convertirse en el custodio de los recuerdos atroces, para proteger la salud de su gente y para ser custodio de la identidad colectiva ultrajada”.
Y prosigue Traverso con algo fundamental no siempre relevado: “Más precisamente es función del Estado, en representación del colectivo social, recordar el dolor, sostener la dignidad de la memoria, imponer la justicia, para que cada cual pueda descansar de su dolor y de su furia personal sin enloquecer y sin mutilarse. Solo así se puede imaginar un futuro, solo así se podrá seguir viviendo” (El Pasado: instrucciones de uso, París, 2005, citado por Federico Suárez, Madrid, 2008).
Ese proceso restaurativo de comunidad local, comunidad regional y comunidad nacional comienza por el encuentro y el diálogo de memorias. No hay una sola percepción, una sola lectura del pasado, pero la verdad no es la acumulación yuxtapuesta de memorias o verdades.
La verdad es el sentido de los acontecimientos y del papel de los múltiples actores según los referentes de humanidad (inhumanidad) inscritos en la conciencia universal de mujeres y hombres de hoy. Tales referentes están catalogados en declaraciones de derechos, pactos entre naciones, mínimos éticos, manifiestos por la diversidad, memoriales de agravios, leyes nacionales y concepciones decantadas de lo que es humano, justo y digno.
No es un relativismo y un eclecticismo lo que resulta del ejercicio plural de memoria, es un relato (s) coherente, no judicial, contentivo de los patrones de conducta y lógicas de acción que obedecieron a intereses recónditos, discursos justificatorios, perversos eufemismos, intercambios conflictivos, dialécticas de acción y reacción los cuales, al dejar al descubierto resortes y palancas de las máquinas de inhumanidad, impuestas o no, permiten delinear los parámetros de la no repetición y sentar las bases del estadio superior de la paz como es la reconciliación.
El encuentro/desencuentro de hace pocos días entre el Padre de Roux y Álvaro Uribe ilustra una de las formas que puede tomar la aproximación de memorias: negacionismo, distorsión, monólogo exculpatorio (H. Peña).
De otra parte, centenares de comunidades, donde el diálogo genuino de memorias ha conducido a la serenización de los espíritus y al mutuo reconocimiento de víctimas y responsables de crímenes atroces, muestran las múltiples formas de memoria transformadora que pueden abrirse camino. Se prefigura así la conversión de las víctimas en sujeto político protagonista del cambio transicional, en plena sintonía con el extraordinario despertar ciudadano, incontenible, al que estamos asistiendo.
La Semana por la Paz 2021 está diseñada para hacer visible y dar impulso a este proceso de sanación espiritual, reconstrucción y nueva proyección de vidas, comunidades y tejido social. La Comisión de la Verdad, entregado el Informe Final, iniciada la socialización, dejará ese legado en manos de actores de paz de sociedad civil y sociedad política, de multitud multicolor de aliados que, trabajando en red, harán del acontecimiento de la verdad una segunda oportunidad para la paz. ¡Verdad que podemos!