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Erupción de cultura y alegría

Luis I. Sandoval M.

14 de enero de 2010 - 10:08 p. m.

EL CARNAVAL DE BLANCOS Y NEGROS en Pasto fue este año una verdadera erupción de cultura y alegría.

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A ello contribuyó, sin duda, la manifestación del Volcán Galeras, de la cual fui sorprendido testigo el 2 de enero a las 7 y 43 de la noche. Los pastusos, sabia y serenamente, vincularon el natural juego de luces dentro de la gran fiesta que tuvo lugar los días inmediatamente siguientes.

Era mi primera vez en el renombrado carnaval al que llegaba a sumergirme con enorme expectativa. Ahora puedo decir que lo vivido superó lo esperado. Pasto vibra con el Carnaval.

Todos sus habitantes y los innumerables visitantes que llegan de todas las regiones de Colombia y de los más remotos rincones del mundo, cerca de un millón de personas, están en movimiento y más de doce mil son actores directos en la infinidad de actividades y espectáculos de la fiesta. Pintura, música, comparsas, colectivos coreográficos, carrozas, disfraces florecen en infinidad de manifestaciones que recrean la historia, la vida y la situación actual de blancos, negros e indígenas. Todo ello ocurre haciendo derroche de imaginación, creatividad, sentido artístico, humor, crítica y utopía. No es sólo la piel sino el alma misma de un pueblo, inmenso y plural, la que aflora rebosante de vida.

Pero hay más: todo mundo juega con todo mundo. Es el frenesí del talco, la espuma y el rostro pintado. Aquí caen todas las diferencias y barreras, nadie se ofende, todo el mundo tiene derecho a tocar al otro en la cara, con delicadeza, con respeto, para pintarlo de negro, blanco, verde o rojo. Jénnifer, una menuda y sonriente niña negra de 6 años, trepada en un pequeño muro, alargó sus brazos y con sus finos dedos me pintó la cara de colores.

Por un momento todos son libres, iguales, festivos, felices. El carnaval es efectivamente popular, el 90% de las actividades tienen lugar en las calles, las plazas, las grandes carpas adecuadas para la ocasión. Mucho juego y poco trago es la característica singular de este carnaval. También la Policía juega y mientras recibe y lanza talco y espuma está vigilante en forma eficaz no opresiva. El visitante es advertido del riesgo de robo. Sin duda se presentan ilícitos, pero también es sorprendente que sean tan pocos en una fiesta tan abigarrada y multitudinaria.

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Se trata de una verdadera erupción de cultura y alegría en un ambiente de amplísima participación e igualdad. Razón más que suficiente la de la Unesco para declarar a este Carnaval de Blancos y Negros como patrimonio intangible de la humanidad. La Plaza del Carnaval fue el escenario de los himnos, las voces, los entusiasmos para proyectar a la ciudad y a la región como un lugar de riqueza humana y turística incomparable, adonde hay que ir desde todas las latitudes y países al menos una vez en la vida.

El mundo entero puede tomar ahora a Pasto como referente de ciudadanía global y como fuente de alegría y sentido de igualdad en un país transido por conflictos interminables y agonías infinitas. Colombia sigue en pie quizá porque hay cerca de 3.600 carnavales, fiestas y reinados al año que compensan o permiten escapar a la abrumadora realidad de dolor y muerte que se vive. En el Carnaval de Blancos y Negros se comprueba que Colombia es un milagro de vitalidad en medio de una sociedad alegre y atormentada a la vez. Se llegó el momento de asumir como temas de agenda pública la alegría y la vida para recrear la política y profundizar la democracia.

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