Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Las primeras noticias sobre Luiz Inácio Lula da Silva las tuve a comienzos de los 80 cuando era el carismático dirigente de los metalúrgicos en el cordón industrial de São Bernardo do Campo en São Paulo.
Era la época de surgimiento de los proyectos de unidad sindical en el continente. En Brasil la Central Unitaria de Trabajadores nació en agosto de 1983, en Chile resurgió la CUT en septiembre de ese mismo año y en mayo de 1984 se constituyó el PIT-CNT de Uruguay.
En Colombia el proceso de unidad sindical se expresó en el paro cívico del 14 de septiembre de 1977, que convocaron las cuatro centrales sindicales existentes en ese momento: CSTC, CGT, CTC y UTC. Este proceso integraría en la CUT (1986) fuerzas de la CSTC, UTC e independientes.
La unidad sindical se originaba, por una parte, en las duras condiciones económicas impuestas a los trabajadores y mayorías populares en general por el modelo económico que ya comenzaba a evolucionar del mercado interno al mercado externo y, por otra, en la necesidad de darle dimensión social a los procesos de transición política de la dictadura a la democracia.
Lula era una figura rutilante como líder del movimiento radical de los metalúrgicos de São Bernardo que protagonizaron huelgas memorables portadoras de una nueva proyección del sindicalismo. Estas luchas cargadas de rico sentido económico y político fueron configurando los proyectos de unidad sindical pero también la constitución de opciones políticas nuevas como el Frente Amplio en Uruguay (1971), el Partido de los Trabajadores en Brasil (1980), el Frente Social y Político en Colombia (1999), convertido luego en Polo Democrático (2002).
En Brasil el PT —soportado en grandes colectivos obreros y populares, rurales y urbanos, incluidas comunidades eclesiales de base, en un marco de amplias alianzas— maduró hasta constituirse en alternativa política al punto de conquistar la Presidencia del país en cabeza de su legendario líder Lula da Silva y gobernar entre 2003 y 2010. Lo máximo de la que se llamó primavera democrática latinoamericana.
Esa brillante trayectoria queda ahora afectada por la condena de nueve años largos de cárcel que se le acaba de notificar a Lula por lavado de activos, aunque una segunda instancia podría confirmar la decisión o exonerarlo. Muchas figuras destacadas de la economía y la política brasilera están implicadas. El juez anticorrupción Sergio Moro que lo condena en primera instancia parece estar en el campo de la justicia limpia y no en el de la maniobra política.
En los 40 años del Frente Amplio (abril 2011) nos dimos cita en Montevideo más de 100 invitados de las izquierdas del continente. Eso permitió, con la participación del propio Lula, reconocer que no se había ido muy lejos en el gobierno, que la corrupción había hecho mella en la capacidad transformadora de las izquierdas gobernantes y que nos habíamos quedado cortos en la constitución de un verdadero poder alternativo.
La derecha está desaforada buscando el pierde de los proyectos progresistas y de izquierda para cobrarles lo que lograron desde el gobierno en materia social, pero ello, en mi concepto, no puede llevar a dejar de reconocer autocríticamente que las costumbres de la política corrupta han colonizado extensos espacios de la izquierda latinoamericana. Aquí también hubo hechos graves de corrupción.
Se requiere claridad y firmeza para enfrentar la ofensiva de la derecha pero al mismo tiempo, coherencia y valor para asumir sin vacilación que izquierdas practicistas, atrapadas en el clientelismo inducido por el mercado anómico avasallador, son izquierdas que pierden el nervio intelectual y con él también el nervio moral.
