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“Un muerto y el Congreso de Paraguay incendiado en disturbios por avance de polémico proyecto para la reelección presidencial”. Esa era la noticia profusamente circulada el sábado pasado.
Enseguida se explicaba: “En una polémica sesión, un grupo de senadores de Paraguay aprobó este viernes un polémico proyecto de enmienda constitucional que prevé la reelección presidencial, lo que desató graves disturbios e incendios en la sede del Congreso Nacional, en Asunción”.
La votación, en la que participaron 25 senadores entre oficialistas y aliados del Gobierno, fue convocada de sorpresa y se realizó a puerta cerrada en una oficina, mientras la policía rodeaba el palacio legislativo. Un joven, Rodrigo Quintana de 25 años, murió cuando la policía entró en la sede del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), principal opositor a la enmienda constitucional.
Este trágico episodio deja gravemente cuestionado el recurso al que apelan los gobernantes que quieren mantenerse en el poder más allá del periodo normal que consagran las respectivas constituciones. Se trata de cambiar el articulito que prohíbe la reelección inmediata y listo. Algunos lo hacen para reelegirse por una vez, otros para poder ser reelegidos sin límite. Esto lo hemos visto en Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Argentina y ahora Paraguay.
Colombia levantó la prohibición y Álvaro Uribe fue reelegido una vez, cuando intentó la segunda reelección las Cortes lo impidieron. El presidente Santos utilizó la facultad para hacerse reelegir en función de continuar el proceso de paz y luego hizo que el Congreso restableciera la prohibición. Nadie podrá repetir periodo inmediato después de él.
Chile, Perú, Brasil, México, entre otros, mantienen vigente la prohibición de reelección inmediata porque “quiebra los equilibrios democráticos”. Esta regla de la democracia liberal recibe en la Ciencia Política el nombre de alternancia o alternatividad en el poder y se aplica al presidente, quien preside la Rama Ejecutiva del gobierno. No ocurre lo mismo con parlamentarios y magistrados integrantes del Poder Legislativo y Judicial.
En mi concepto esta es una de las reglas claves de una democracia plural abierta que garantiza que la oposición pueda llegar a ser gobierno. Continuismo o cambio. La bondad de ello, siempre y en todas partes, corresponde establecerla solo a la ciudadanía soberana, la cual por supuesto se puede equivocar o ser objeto de manipulación y resultar eligiendo a un gobernante que no le conviene. Sea cual sea el caso considero que ningún gobierno de derecha, centro o izquierda debe incurrir en la alteración de esta regla democrática fundamental.
En Estados Unidos también han respetado que ganó el indeseable Trump y ahí está instalado en la Casa Blanca deshaciendo todo lo social por decretos ejecutivos. Lo que el pueblo escoge hay que respetarlo aunque se considere equivocado. Ocurrió con el brexit, ocurrirá seguramente en las elecciones francesas, alemanas e italianas que se aproximan. Los mandatarios actuales en esos países no están tratando de modificar articulitos para reelegirse y seguir en el gobierno. La alternancia se cumple rigurosamente.
Las elecciones ecuatorianas del pasado domingo respetaron la alternancia, después de que Correa ya había sido reelegido una vez. Más sana e imaginativa ha resultado la práctica del Frente Amplio en Uruguay que lleva cuatro períodos gobernando el país pero siempre con personas diferentes, confiando la continuidad del proyecto político a la capacidad y madurez de la formación política frentista y no al atornillamiento indefinido de un líder en el poder.
Se quemaron inapelablemente en Asunción, Paraguay, las aspiraciones a la reelección forzando la Constitución y los equilibrios democráticos.
Presencia del Estado en Mocoa, capital de Putumayo. Del posacuerdo y la postragedia nacerá nuevo Putumayo.
