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                                                                                                                              Ricardo Lara Parada: ¡la paz le costó la vida!

                                                                                                                              A Ricardo Lara Parada literalmente la paz le costó la vida. Pero no a manos de fuerzas del establecimiento, legales o ilegales, sino a manos de antiguos camaradas revolucionarios en el Ejército de Liberación Nacional ELN.

                                                                                                                              El 14 de noviembre de 1985, en medio de las tragedias del Palacio de Justicia (6 de noviembre) y de Armero (13 de noviembre), recibí el golpe de esta otra tragedia: el asesinato de Ricardo Lara en la puerta de su casa, la de su madre, cuando llegaba a descansar de sus labores como concejal de Barranca.

                                                                                                                              Allí, en la capital petrolera de Colombia, había nacido el 12 de octubre de 1939. Tuvo influencia gaitanista a través del abuelo paterno. Militó en las Juventudes del Movimiento Revolucionario Liberal MRL. Estudiante de Ingeniería Química en la Universidad Industrial de Santander UIS, muy joven se fue a la naciente guerrilla del ELN. Dejó la guerrilla y fue capturado a fines de 1973, tras 9 años de lucha armada. Condenado en el llamado “juicio del siglo” contra el ELN, estuvo en prisión hasta octubre de 1978. Se vinculó al proceso sandinista de Nicaragua en 1979 y, de regreso al país, se acogió, en marzo de 1983, a la amnistía ofrecida por el gobierno de Belisario Betancourt.

                                                                                                                              Muy corta pero intensa y entrañable mi amistad con Ricardo. Mi esposa Amanda y mis hijos, aún pequeños, lo tuvimos como invitado a una frijolada, unas semanas antes del mortal atentado, en nuestra vieja casa de El Prado, en Cajicá.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Sentí entonces, y vuelvo a sentir ahora, un enorme dolor por esa muerte. Ricardo era un símbolo de renuncia razonada, serena, vivencial, a las armas pero no al compromiso con la transformación de una realidad inaceptable. Atentar contra su vida era un sinsentido, un absurdo absoluto, quienquiera que fuera el victimario. En este caso lo fueron sus propios excompañeros de causa, los Elenos, lo cual exaltaba el absurdo y acrecentaba el dolor.

                                                                                                                              Ello afianzó mi convicción, la de siempre, de que la lucha armada no era el camino. Una guerrilla que asesina al que legítimamente deja sus filas socava y arriesga su credibilidad, es una guerrilla divorciada del pueblo. Ricardo Lara no se pasó al campo del enemigo, ni fue delator de nadie, ni se dedicó a denigrar de la organización que con idealismo generoso y heroico, como el Padre Camilo Torres, había ayudado a poner en marcha.

                                                                                                                              La lección está quedando clara en la historia de Colombia. La decisión de crear las guerrillas, – las FARC y el ELN en 1964, el EPL en 1967-, la de empuñar las armas, la de apoyar la lucha armada por varias generaciones se explica como un ejercicio del derecho de rebelión ante una situación abrumadora de injusticia y de cerrazón política. Palpables aquí.

                                                                                                                              La opción por las armas era entendible quizá en ese momento, pero mantenerla hoy constituye un error de visión y estrategia en la búsqueda de la vía de la revolución. Ello está quedando plenamente demostrado ahora cuando las guerrillas,  ¡todas! -solo faltan el ELN, un frente del EPL y algunos grupos de las FARC en disidencia- han llegado a la conclusión de que, en las condiciones del país y del mundo actual, es más revolucionario hacer la paz que hacer la guerra.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              El testimonio de Lara, hace 35 años, y hoy el de sus hijos, Mónica y Fernando (textos y videos en circulación), me sigue dando aliento intelectual y moral para persistir en la lucha civilista por una nueva hegemonía con el protagonismo del pueblo, esto es, del conjunto de las clases subalternas, hacia una auténtica república no patriarcal, no depredadora, no violenta, no corrupta, no patrimonialista…

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Que la extrema derecha colombiana quiera seguir en guerra no justifica dejar de buscar la paz política, al contrario, obliga a insurgentes y sociedad a ser más imaginativos y audaces en el empeño de conseguirla. ¡La paz, nunca más, a nadie, debe costarle la vida¡   luis.sandoval.1843@gmail.com

                                                                                                                              A Ricardo Lara Parada literalmente la paz le costó la vida. Pero no a manos de fuerzas del establecimiento, legales o ilegales, sino a manos de antiguos camaradas revolucionarios en el Ejército de Liberación Nacional ELN.

                                                                                                                              El 14 de noviembre de 1985, en medio de las tragedias del Palacio de Justicia (6 de noviembre) y de Armero (13 de noviembre), recibí el golpe de esta otra tragedia: el asesinato de Ricardo Lara en la puerta de su casa, la de su madre, cuando llegaba a descansar de sus labores como concejal de Barranca.

                                                                                                                              Allí, en la capital petrolera de Colombia, había nacido el 12 de octubre de 1939. Tuvo influencia gaitanista a través del abuelo paterno. Militó en las Juventudes del Movimiento Revolucionario Liberal MRL. Estudiante de Ingeniería Química en la Universidad Industrial de Santander UIS, muy joven se fue a la naciente guerrilla del ELN. Dejó la guerrilla y fue capturado a fines de 1973, tras 9 años de lucha armada. Condenado en el llamado “juicio del siglo” contra el ELN, estuvo en prisión hasta octubre de 1978. Se vinculó al proceso sandinista de Nicaragua en 1979 y, de regreso al país, se acogió, en marzo de 1983, a la amnistía ofrecida por el gobierno de Belisario Betancourt.

                                                                                                                              Muy corta pero intensa y entrañable mi amistad con Ricardo. Mi esposa Amanda y mis hijos, aún pequeños, lo tuvimos como invitado a una frijolada, unas semanas antes del mortal atentado, en nuestra vieja casa de El Prado, en Cajicá.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Sentí entonces, y vuelvo a sentir ahora, un enorme dolor por esa muerte. Ricardo era un símbolo de renuncia razonada, serena, vivencial, a las armas pero no al compromiso con la transformación de una realidad inaceptable. Atentar contra su vida era un sinsentido, un absurdo absoluto, quienquiera que fuera el victimario. En este caso lo fueron sus propios excompañeros de causa, los Elenos, lo cual exaltaba el absurdo y acrecentaba el dolor.

                                                                                                                              Ello afianzó mi convicción, la de siempre, de que la lucha armada no era el camino. Una guerrilla que asesina al que legítimamente deja sus filas socava y arriesga su credibilidad, es una guerrilla divorciada del pueblo. Ricardo Lara no se pasó al campo del enemigo, ni fue delator de nadie, ni se dedicó a denigrar de la organización que con idealismo generoso y heroico, como el Padre Camilo Torres, había ayudado a poner en marcha.

                                                                                                                              La lección está quedando clara en la historia de Colombia. La decisión de crear las guerrillas, – las FARC y el ELN en 1964, el EPL en 1967-, la de empuñar las armas, la de apoyar la lucha armada por varias generaciones se explica como un ejercicio del derecho de rebelión ante una situación abrumadora de injusticia y de cerrazón política. Palpables aquí.

                                                                                                                              La opción por las armas era entendible quizá en ese momento, pero mantenerla hoy constituye un error de visión y estrategia en la búsqueda de la vía de la revolución. Ello está quedando plenamente demostrado ahora cuando las guerrillas,  ¡todas! -solo faltan el ELN, un frente del EPL y algunos grupos de las FARC en disidencia- han llegado a la conclusión de que, en las condiciones del país y del mundo actual, es más revolucionario hacer la paz que hacer la guerra.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              El testimonio de Lara, hace 35 años, y hoy el de sus hijos, Mónica y Fernando (textos y videos en circulación), me sigue dando aliento intelectual y moral para persistir en la lucha civilista por una nueva hegemonía con el protagonismo del pueblo, esto es, del conjunto de las clases subalternas, hacia una auténtica república no patriarcal, no depredadora, no violenta, no corrupta, no patrimonialista…

                                                                                                                              No ad for you

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