Dedico estas líneas a Guillermo Asprilla quien sostiene una lucha heroica contra la adversidad, solo comparable a la que durante décadas adelantó contra la inequidad y la antidemocracia.
Con este hombre visionario cuyo espíritu no se doblega ante nada sostuve hace pocos días una conversación en la cual encontramos una coincidencia central: es tiempo de gobierno alternativo, se ha desatado un proceso que conducirá, más pronto que tarde, a que nuevas mayorías asuman las riendas de la nación.
Estimulado por la expresión clarividente de mi amigo, consigno aquí mi visión. En estos días se están poniendo las claves de los próximos tres gobiernos, es decir, el tiempo de una generación. Los que hoy nacen serán la primera generación de la paz. En 15 años el país, transitando por caminos de paz, será muy distinto al que hemos vivido en el último medio siglo colmado de confrontaciones irresolutas de toda índole.
Las circunstancias son excepcionales, nuestra mellada capacidad de asombro nos impide ver la extraordinaria potencialidad que contienen los acontecimientos actuales. Terminar el conflicto armado pareció a las élites dominantes un pequeño y lucrativo juego, hoy el país está conmocionado hasta los cimientos porque la acotada agenda de las conversaciones en La Habana ineludiblemente está conduciendo a discutir en la sociedad los problemas estructurales que afligen a Colombia.
El actor de esa agenda sustantiva, que aflora como el magma volcánico a la superficie de la política, han sido los 15 grandes paros que han tenido lugar durante los 40 meses de gobierno de Juan Manuel Santos. Nunca había tenido el país un período de protesta social tan cualificado y sostenido como éste. Se ha configurado una matriz de movilización, deliberación y mandato que enarbola un programa antisistémico con creciente capacidad de disputar a las élites la acelerada acumulación de riquezas del modelo extractivista en un contexto más general de recurrente crisis capitalista.
Al pulso entre guerra y paz, entre inmovilismo y cambio social, se suma ahora el formidable pulso entre retardatarios y progresistas en materia de institucionalidad democrática. La aviesa maniobra del régimen para darle muerte política al Alcalde de Bogotá ha resultado en otra grata sorpresa: la respuesta masiva a la arbitrariedad, en defensa de lo público, los derechos ciudadanos, la democracia, el Estado de derecho.
Ya no hay que dudar: un nuevo sujeto político plural, desde abajo y desde la periferia, está transitando de la fragmentación a la articulación en medio de grandes dificultades. Un curso de civilismo radical democrático está en desarrollo con la perspectiva de ser poder y ser gobierno y desde ese primer escalón histórico realizar un nuevo pacto constituyente sin perder las indiscutibles conquistas de la Constitución del 91.
Pero el futuro posible no lo producirá la inercia, se requiere la construcción consciente de un proyecto de transformación en profundidad, voluntad colectiva guiada por un liderazgo plural, es preciso que actores individuales y colectivos, partidos y movimientos del campo alternativo, izquierda y centro progresista, asuman responsabilidad y sean capaces de cambiar la timidez por la audacia, la relación depredadora por la relación estética.
Las elites tradicionales están en trance de descomposición, sus rivalidades mezquinas son la oportunidad del conjunto alternativo. Circunstancia inédita, quizá irrepetible. Si Farc y Eln transitan a la vida civil y se suman con espíritu abierto a la construcción de nuevas mayorías, si la estrategia compartida es ganar los tres grandes pulsos en curso –paz, modelo, democracia- nuestros hijos verán días de dignidad, justicia y libertad. Pensar, trabajar y luchar en esta perspectiva será el mejor homenaje que podemos hacer a Guillermo Asprilla.
lucho_sando@yahoo.es
Dedico estas líneas a Guillermo Asprilla quien sostiene una lucha heroica contra la adversidad, solo comparable a la que durante décadas adelantó contra la inequidad y la antidemocracia.
Con este hombre visionario cuyo espíritu no se doblega ante nada sostuve hace pocos días una conversación en la cual encontramos una coincidencia central: es tiempo de gobierno alternativo, se ha desatado un proceso que conducirá, más pronto que tarde, a que nuevas mayorías asuman las riendas de la nación.
Estimulado por la expresión clarividente de mi amigo, consigno aquí mi visión. En estos días se están poniendo las claves de los próximos tres gobiernos, es decir, el tiempo de una generación. Los que hoy nacen serán la primera generación de la paz. En 15 años el país, transitando por caminos de paz, será muy distinto al que hemos vivido en el último medio siglo colmado de confrontaciones irresolutas de toda índole.
Las circunstancias son excepcionales, nuestra mellada capacidad de asombro nos impide ver la extraordinaria potencialidad que contienen los acontecimientos actuales. Terminar el conflicto armado pareció a las élites dominantes un pequeño y lucrativo juego, hoy el país está conmocionado hasta los cimientos porque la acotada agenda de las conversaciones en La Habana ineludiblemente está conduciendo a discutir en la sociedad los problemas estructurales que afligen a Colombia.
El actor de esa agenda sustantiva, que aflora como el magma volcánico a la superficie de la política, han sido los 15 grandes paros que han tenido lugar durante los 40 meses de gobierno de Juan Manuel Santos. Nunca había tenido el país un período de protesta social tan cualificado y sostenido como éste. Se ha configurado una matriz de movilización, deliberación y mandato que enarbola un programa antisistémico con creciente capacidad de disputar a las élites la acelerada acumulación de riquezas del modelo extractivista en un contexto más general de recurrente crisis capitalista.
Al pulso entre guerra y paz, entre inmovilismo y cambio social, se suma ahora el formidable pulso entre retardatarios y progresistas en materia de institucionalidad democrática. La aviesa maniobra del régimen para darle muerte política al Alcalde de Bogotá ha resultado en otra grata sorpresa: la respuesta masiva a la arbitrariedad, en defensa de lo público, los derechos ciudadanos, la democracia, el Estado de derecho.
Ya no hay que dudar: un nuevo sujeto político plural, desde abajo y desde la periferia, está transitando de la fragmentación a la articulación en medio de grandes dificultades. Un curso de civilismo radical democrático está en desarrollo con la perspectiva de ser poder y ser gobierno y desde ese primer escalón histórico realizar un nuevo pacto constituyente sin perder las indiscutibles conquistas de la Constitución del 91.
Pero el futuro posible no lo producirá la inercia, se requiere la construcción consciente de un proyecto de transformación en profundidad, voluntad colectiva guiada por un liderazgo plural, es preciso que actores individuales y colectivos, partidos y movimientos del campo alternativo, izquierda y centro progresista, asuman responsabilidad y sean capaces de cambiar la timidez por la audacia, la relación depredadora por la relación estética.
Las elites tradicionales están en trance de descomposición, sus rivalidades mezquinas son la oportunidad del conjunto alternativo. Circunstancia inédita, quizá irrepetible. Si Farc y Eln transitan a la vida civil y se suman con espíritu abierto a la construcción de nuevas mayorías, si la estrategia compartida es ganar los tres grandes pulsos en curso –paz, modelo, democracia- nuestros hijos verán días de dignidad, justicia y libertad. Pensar, trabajar y luchar en esta perspectiva será el mejor homenaje que podemos hacer a Guillermo Asprilla.
lucho_sando@yahoo.es