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Cartagena tiene una íntima relación con el desayuno. En una ciudad donde el sol no da tregua y las historias empiezan temprano, el cuerpo pide una pausa con sentido, que no sea una comida rápida sino un momento para reconectar. Partiendo de la necesidad de un desayuno fresco, diferente y con alma, encontramos Pascal, un restaurante que no busca solo alimentar, sino llenar el espíritu.
La de Pascal es una historia particular. Nacido en pleno COVID, cuando los restauranteros y domiciliarios eran de los que podían salir, se consolidó en un rincón de Getsemaní gracias al trabajo incansable de los hermanos Alejandro y Javier Andrés Ramírez. Hoy, convertidos en un referente para quienes creen que la comida de verdad empieza por el respeto, el producto, el entorno y el oficio, están listos para abrir una sede en Bocagrande.
Nada en este lugar es casual, sino resultado de entender que la cocina no necesita gritar para ser memorable. Aquí no hay fuegos artificiales, pero sí una propuesta pensada, cuidada, que respira Caribe y universalidad. No se trata de la estética, aunque los platos son muy vistosos, sino del fondo, del compromiso con los ciclos naturales, con los sabores que nacen de la tierra y con quienes, en silencio, los cultivan. En Pascal se cocina con los pies en el suelo y el corazón en la mano: cada miembro de la cocina es parte de la gran familia de @rabodepez y @quienespascal, donde las técnicas se perfeccionan, los pasantes crecen y la clientela se hace comunidad.
Uno de sus pilares es el respeto por la temporalidad. Los ingredientes no se fuerzan ni se importan, si no es necesario. Se trabaja con lo que da la tierra, cuando lo da. Eso implica una apuesta por el cambio constante: menús que rotan, platos que nacen y desaparecen según la estación. Lejos de ser esto una debilidad, esa variación es su mayor fortaleza, porque Pascal no cocina desde la rigidez, sino desde la escucha. Y cuando un restaurante escucha a la naturaleza, el resultado solo puede ser la frescura.
Ese compromiso también se traduce en su red de proveedores. No hay ingredientes anónimos ni productos que viajan kilómetros. Se trabaja con artesanos, con productores locales, con manos que conocen la tierra. Los aguacates de Montes de María, los panes, los quesos, los encurtidos: todo tiene una historia, un rostro, un origen. Esa cercanía se siente en cada plato. Es una cocina que sabe de dónde viene y, claramente, a dónde quiere llegar.
El brunch, ese ritual que combina lo más sabroso de desayuno y almuerzo, es una gran bandera para quienes creemos que la mesa es para compartir, trabajar y reír en un mismo espacio. En Pascal lo ven como una forma de honrar el ritmo del día, de permitir que la gente llegue sin afán, comparta y repita. Por eso, el brunch no termina a las 11:00 a. m., como en otros lugares: va hasta las 4:00 p. m. (2:00 p. m. domingos y festivos), porque la idea es disfrutar, no correr. Siempre hay algo que provoca: desde el chicharrón con cayeye, de lejos el mejor que he probado hasta hoy, hasta el hashbrown con aguacate, pasando la tostada de aguacate y platos vegetarianos que no piden disculpas por ser lo que son.
Todo en un ambiente relajado, cómodo, donde uno se siente bienvenido. Pascal es pet-friendly, con alma de casa y energía de barrio. Quizá por eso conquista por igual a viajeros y cartageneros. Pero eso no preocupa a sus creadores. Al contrario: lo importante es mantener viva la propuesta, seguir aprendiendo y no traicionar el espíritu de origen. Y eso, en el mundo de la gastronomía, ya es una victoria.
A veces, para enamorar a alguien no hace falta un discurso largo. Basta con servirle un café bien hecho, un chicharrón crocante, un plato que recuerde a casa o le regale un sabor nuevo. Eso hace Pascal: enamorar sin aspavientos. Alimentar sin disfraz. Cuidar sin alardear. Regresaré cada vez que pase por Cartagena, siguiendo a sus clientes fieles. “Se bajan del avión y vienen; y antes de volar, desayunan y se despiden”, me contó Javier. En un mundo lleno de ruido, encontrar una cocina que te abrace en silencio es un verdadero lujo.
Último hervor: La moda en la política es sacar comunicados viejos con explicaciones vacías, llenando el ambiente de cortinas de humo. Ojo, cada nueva tormenta política nos sacan 10 comunicados, uno más inconsecuente que el anterior. Y quiero decirles a quienes hacen parte de las Fuerzas Militares que los que recorremos el país en vacaciones sabemos que podemos viajar por las vías y descansar gracias a lo que ellos hacen por nosotros. No se dejen cuentear: sin FF. MM. no hay seguridad para andar por Colombia.
