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Cuando uno empieza la universidad sabe que habrá amigos que se quedan para siempre. Pase el tiempo que pase, siempre harán parte de los mejores recuerdos por los planes, las comidas… y bueno, una que otra estudiada. A esto se suman gustos similares y experiencias vividas, que luego se convierten en lugares comunes en los que siempre nos reencontraremos.
Así me pasó hace unos días en Helena Adentro (@helenaadentro), en Filandia (Quindío). Bastaron unos pasos para saber que esta casa de coloridas paredes y aromas que invitan al abrazo no era un restaurante cualquiera: era revivir las risas y los cuentos de Helena Sarria, o simplemente Helen, una payanesa compañera de universidad, con quien siempre hubo un buen motivo para una empanada y una cerveza. Ahora, lidera la operación de este irrepetible lugar.
Aquí no se viene solo a comer: se viene a compartir, a recordar, a descubrir y, si se está dispuesto, incluso a sanar un poquito. La cocina de Helena Adentro es una carta de amor al producto local, y una travesía sin fronteras. Ingredientes de Quindío y regiones cercanas se encuentran con técnicas traídas desde diferentes lugares del mundo por Alejandro, otro de los socios, cocinero por amor, quien hace la magia y transforma ingredientes y sabores en experiencias inolvidables. Completa esta tripleta Jade, llegada de Nueva Zelanda y enamorada de la diversidad y frescura de los productos colombianos, quien creó el concepto de coctelería.
Su propuesta entiende que lo colombiano no es una receta fija, sino un universo en expansión. Probé unas papas que no tienen comparación: las papas caseras, cortadas artesanalmente (nada congelado), servidas con hogao y queso fresco de la región. Luego llegaron chicharrones, choripán y las marranitas de Helena, hechas con masa de maíz, que son un nivel superior de ese clásico. Platos pensados para compartir, con una particularidad: la delicadeza de una cocina que respeta el ingrediente. El cierre llegó con un recuerdo de mi abuela, no por cursi, sino por su sabor honesto y limpio, de esos que llenan el alma: una torta de pan que me abrazó.
Cuando uno cree que ya está listo, llega el bar. En Helena Adentro cocinan y también mezclan, infusionan y destilan con alma. Los cocteles no son un accesorio, sino una extensión de la experiencia. Que lo diga la margarita de chontaduro que me tomé: mezcla de viche infusionado con chontaduro, limón mandarino, miel y sal marina de la casa: un sabor único que pide repetición. Usan aguardiente, frutas nativas, siropes caseros —de sandía o cítricos— que, además de refrescantes, reflejan creatividad y estética en cada vaso.
No es casualidad que hayan sido reconocidos como el mejor restaurante del Eje Cafetero en varias ocasiones, ni que tantos viajeros, nacionales y extranjeros, lo tengan como parada obligada. Este lugar es un homenaje a lo que somos cuando cocinamos con amor, con respeto por la tierra y con una mirada que va más allá del plato.
Helena Adentro es, sin duda, un restaurante para quedarse. Para regresar. Para llevarse gracias a su línea de productos hechos en casa y empacados con cariño. Esta casa rosada nos recuerda que la gastronomía es una forma de contar quiénes somos… y hacia dónde vamos. Al final, cuando recogen la mesa y uno mira el pueblo desde la terraza, entiende el porqué del nombre. Todo lo que uno necesita: el antojo, el calor, la memoria, la sorpresa; está adentro, en la casa, en el plato, en el corazón. En esos mismos recuerdos que guardamos de la universidad y de la vida.
Último hervor: En la vida nada tibio es bueno: ni el café, ni la sopa, ni una decisión que cambie radicalmente la vida. Después de estos días de efervescencia nacional, nos llegó el momento de plantarnos y ser serios. Colombia es un país democrático, que en 1991 logró un acuerdo nacional por una constituyente incluyente. Con falencias y dificultades, ¡claro!, pero un país donde las libertades priman. Hoy, oír incitaciones al profundo odio, como cerrar el Congreso, clausurar medios de comunicación, desconocer la diferencia en nombre de Dios y convertirnos en una pseudo democracia que enmascara una dictadura, no puede ser el camino.
Ejemplos nos sobran. Ad portas de una guerra en Oriente Medio por este motivo, con situaciones como las que viven en este continente cientos de miles de venezolanos, cubanos, nicaragüenses; todo debería servirnos de ejemplo para entender que ningún extremo es bueno y que, por el contrario, el abismo y la desigualdad profunda nos golpean a la puerta, fundamentados en odios y mentiras. Tragar entero, asumir mentiras como verdades absolutas y cambiar decisiones por tamales o tejas no es el camino. La responsabilidad hoy está en cada uno de nosotros.
