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Abucheo operático en Londres

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Manuel Drezner
06 de julio de 2015 - 07:25 p. m.
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La noticia de primera plana en muchos periódicos del mundo ha sido cómo los flemáticos londinenses no se pudieron aguantar una representación demasiado vívida de Guillermo Tell de Rossini, donde mostraron un rapto con violación y arrancada de la ropa de una pobre muchacha, e interrumpieron la representación con un abucheo como pocas veces se había visto en Londres.

La verdad, según me cuenta un afortunado amigo que vive en la capital inglesa, es que lo del rapto no fue sino la culminación de uno de esos montajes de eurobasura que descrestan a tantos y donde el verdadero violado ha sido el pobre autor de la ópera.

En el caso de Guillermo Tell hay que recordar que esta ópera narra la heroica batalla de un campesino suizo contra la opresión austriaca en su país. Pero como la moda es que el director escénico pretende saber más que los autores, misteriosamente en la representación de Londres la escena pasó a la guerra de Bosnia y el rapto y violación, que montaron durante el ballet, fue representado con una mímica cruda y aparentemente de mal gusto. Los asistentes se sintieron engañados y comenzó el abucheo que fue noticia.

Esa, en últimas, es una noticia alentadora. Es claro que ya el público está aburriéndose de esas pretensiones de unos pobres diablos que hacen montajes que nada tienen que ver con lo que quisieron los autores de la obra, dizque para hacerla más contemporánea. Eso es algo así como agregar pitos y guitarras eléctricas a una sinfonía de Beethoven porque el pobre sordo no sabía de instrumentaciones de nuestros días. Uno de los que están asesinando obras maestras es un tal Bioito, de quien vimos en Bogotá cómo destrozaba Carmen. El hombre tuvo el descaro de afirmar que lo que hace está dentro del espíritu de la música y esa estúpida arrogancia, infortunadamente, se ha extendido hasta el punto de que hay quienes no conciben el noble arte de la ópera tal como se la imaginaron sus autores sino que tienen que mostrar su concepto propio, por absurdo que sea. Esa arrogancia la vimos aquí también hace poco tiempo, en un desafortunado Rigoletto en el que una señora destrozó la obra en un montaje que no tenía pies ni cabeza.

Es de esperar que el abucheo londinense demuestre cómo el público rechaza que vandalicen obras maestras y desea que se acabe con esta eurobasura que está invadiendo el mundo operático. Un paralelo es lo que están haciendo los islámicos fundamentalistas que también destrozan tesoros de la humanidad. Con perdón de quienes se dejan descrestar, si tengo que escoger entre los bioitos y Mozart, definitivamente me quedo con Mozart.

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