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No sé si la gente relacionada con la industria editorial se ha dado cuenta de que la vigencia de la útil Ley del Libro se termina en diciembre del año entrante, es decir, que a partir de esa fecha los incentivos tributarios que tenía la edición de libros desaparecerán.
Eso quiere decir que los libros y sus editores se harán acreedores a todos los impuestos de renta y ventas. La exención de éstos logró el milagro de crear una auténtica industria editorial, hasta el punto de que Colombia pasó de importador a ser una potencia internacional en este aspecto. Por los problemas de la revaluación del dólar y el bajo nivel de lectura en el país, la otrora pujante industria editorial está pasando por una crisis, y si además le quitaran las exenciones tributarias, sería un golpe mortal. Es por tanto urgente que todos los interesados aúnen esfuerzos para que la Ley del Libro sea extendida por tratarse de algo básico en la vida cultural colombiana.
Además de esto, la extensión de la Ley 98 de 1993, la Ley del Libro, debería corregir algunos de sus errores. Por ejemplo, sus beneficios no se aplican a “horóscopos, fotonovelas, (…) publicaciones pornográficas y tiras cómicas o historietas gráficas”. Quienes consideramos las tiras cómicas una forma de arte peculiar de la época moderna, creemos que equipararlas a las demás es desconocer su valor cultural. Una novela gráfica, Maus de Spiegelman, ganó el prestigioso Premio Pulitzer de literatura, lo cual muestra cómo es considerado en otras latitudes. O quien trate de importar reproducciones de El progreso del libertino, del pintor inglés Hogarth tendrá que pagar impuestos. Pero esto es algo incidental. Lo principal es que la Ley del Libro está amenazada de desaparición, y quienes nos interesemos en libros, debemos estar en alerta para que el Estado no cometa el crimen cultural de dejar que esa Ley desaparezca.
