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Kundera fue otro de esos escritores que merecían un Premio Nobel y jamás se lo dieron. En esa forma entró a formar parte de la muy ilustre lista de ignorados por los sabios suecos, quienes en sus tiempos se olvidaron de figuras como Kafka, Borges, Philip Roth y Tolstói, para solo mencionar unos pocos de los muchos creadores merecedores de Nobel que nunca lo lograron. Pero Kundera en su pesimismo quizá jamás lo esperó. En su Arte de la novela dijo que “la vida es una trampa ….en la que nacemos sin haberlo pedido, encarcelados en un cuerpo que no escogimos y cuyo único destino es morir”. Eso era parte de su punto de vista satírico y pesimista alrededor de la condición humana que caracterizó su obra.
Su padre, Ludvik, era un pianista y musicólogo de fama, discípulo del gran compositor checo Leos Janacek y quizá por eso en todas sus novelas hay momentos musicales. Aunque inicialmente se afilió al partido comunista, fue su deseo posterior de huir del comunismo lo que hizo que en 1968 se exiliara a París donde vivió hasta su muerte. Un año antes había escrito su primera novela satírica, La broma, sobre un Estado con un solo partido, la cual fue inmediatamente prohibida, lo cual apresuró su exilio y el régimen lo privó de su ciudadanía checa. Eso afiló su lengua y sus posteriores novelas en general son de una mordacidad tal, que son siempre actuales. Por ejemplo, en su Libro de risas y olvido cuenta siete narraciones distintas, entrelazadas entre sí, donde describe cómo uno de los defectos de la política es que todo lo malo que tienen los políticos a la larga tiende a olvidarse. No cabe duda de que esa también es una lección para nuestros días.
La más famosa de sus novelas, La insoportable ligereza del ser, que tiene lugar durante la primavera de Praga, es una historia moral alrededor de la pasión por la libertad y fue publicada en la República Checa hasta el año 2006, pero mientras tanto Kundera tuvo problemas cuando un investigador en Praga alegó que Kundera durante sus días de estudiante había denunciado a uno de sus compañeros a la policía y que este había sido sentenciado a 22 años de prisión por la acusación del escritor. Kundera se defendió fuertemente, dijo que la campaña de desprestigio que había comenzado contra él durante el régimen comunista continuaba y decidió acabar con todos sus vínculos con su patria. Después de eso, y tras un lapso de 13 años, publicó su novela final, pero ella fue fríamente recibida. La gran tragedia de Kundera fue que después de su gran fama, sus últimos años pasó inadvertido y el autor que hubiera podido ganar el Nobel fue olvidado por mucho tiempo, hasta que la muerte trajo todos estos recuerdos.
