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Terminó el Festival de Teatro y el éxito indudable está reflejado en las estadísticas que se han presentado y que son impresionantes.
Se debe destacar en particular que hubo una ocupación del 70% en salas y que se vendieron más de 280 mil boletas, lo cual demuestra que el público respondió a este esfuerzo cultural con creces. Recibí del Festival una invitación indirecta para no escribir sobre sus espectáculos y por eso hasta ahora lo hago para dejar constancia de que quienes confiamos en sus nuevas directivas no nos equivocamos.
Desde luego, lo que sí hice fue asistir por cuenta propia a muchas de las representaciones y como era de esperarse hubo de todo, pero vale hacer una recomendación especial para la única representación dentro del Festival de la bella obra de Weiss Persecución y asesinato de Jean-Paul Marat, tal como fue interpretada por los enfermos del manicomio de Charenton bajo la dirección del Marqués de Sade. A pesar de su largo título que se abrevia como Marat/Sade, es una de las obras fundamentales del teatro del siglo XX y la versión que hizo el Teatro Libre es impresionante. Dentro del Festival sólo hubo una función, pero ellos harán temporada a partir de mediados del mes y vale la pena ir.
Es importante pensar para futuros festivales aumentar el porcentaje de obras que no sean tan experimentales, del gran repertorio universal. Por otra parte, no sería malo pensar en que si se traen grupos de todo el mundo, ellos muestren el teatro de su respectiva nacionalidad. Es absurdo que una compañía de Rumania haga una obra griega traducida al rumano, con letreros en español, cuando en Rumania hay muy buen teatro propio. Hubo un lunar en que en muchas representaciones no había programas de mano, de modo que el público (‘El respetable’, como en forma tan ridícula repiten una y otra vez) ignoraba cuál era el reparto e incluso cuáles números estaban en escena. Y si a eso vamos, un festival para divulgar teatro debería ser menos escueto en el contenido de esos programas de mano, que debería contar más sobre los grupos, sobre las obras y sobre los autores y no esas breves líneas que les dedicaron.
Estas son observaciones menores. Lo cierto es que el Festival sigue siendo uno de los mayores eventos culturales de la capital y es de desear que viva por mucho tiempo.
