Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, como parte de la temporada de España como país invitado y haciendo una contribución al Festival por la Igualdad de la Dirección de Diversidad Sexual de la Alcaldía, se presentó un espectáculo que bien se puede llamar único, el de la Compañía Manuel Liñán, llamado “¡Viva!”. Se trata de una presentación de baile flamenco, en la que siete bailarines salen al escenario como bailaoras, con bata de cola, peineta y demás complementos usuales para ellas. No se trata, como podría creerse, de una exaltación del travestismo ni mucho menos. Tampoco se trata de una sátira, como puede ser, por ejemplo el de los Ballet Trockadero, donde hombres de pelo en pecho se visten de bailarinas de ballet y así interpretan los grandes clásicos de la danza. Lo que hace el conjunto de Manuel Liñán es mostrar cómo hay formas de expresarse sin necesidad de conformarse dentro de los cánones de la tradición.
Las “bailaoras” lo hacen muy bien, pero es notable que a pesar de estar vestidos de mujeres, no hay amaneramiento y por eso hacen pasos que no harían las bailaoras de un conjunto tradicional. De hecho, hay algo notable, y es que tampoco hay señales de erotismo, aunque sí hay algo de humor y de desafío. Dicen los expertos que existía una tradición de hombres disfrazados de bailaoras, pero la dictadura de Franco, con su pseudomoralismo, interrumpió esas manifestaciones.
Sin embargo, Liñán no busca predicar o volver a un pasado incierto, sino mostrar las posibilidades que hay al salirse de los cánones tradicionales. En ningún momento se busca hacer creer que lo que se está viendo es algo diferente a un grupo de hombres bailando en formas que en otras épocas estarían prohibidas y que no hay nada de malo en hacerlo. De hecho, hacia el final, los bailarines vestidos de bailaoras se quitan sus batas de cola y se muestran como hombres capaces de hacer igualmente sus presentaciones así.
El espectáculo es de buen gusto y en ningún momento cae en la vulgaridad y las casi dos horas que dura se aguantan sin que uno comience a mirar el reloj. Fue algo distinto, pero no por eso fue digno de ponderación, sino porque todo estaba bien hecho.
Es una lástima que a pesar de que en el teatro se reparte una hojita con el nombre del conjunto, no se hayan vuelto a hacer programas de mano completos, que se echan definitivamente de menos. Ojalá que con la normalización que evidentemente está teniendo lugar volvamos a recibir el necesario programa de mano, donde estén todos los detalles de la presentación, sin tener que acudir a la internet para recibir esa información.
