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'Con piedras en los bolsillos'

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Manuel Drezner
16 de mayo de 2013 - 11:00 p. m.
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La nueva obra que presenta el Teatro Nacional se llama Con piedras en los bolsillos.

 Se trata de una tragicomedia que dirige Pedro Salazar y donde dos actores, Antonio Sanint y Julián Arango, hacen una quincena de papeles, en un estilo de actuación que se está popularizando y del cual habíamos visto hace un tiempo un ejemplo, el de Los 39 escalones. (Dejo constancia de que sé los nombres de los protagonistas gracias a una elemental investigación, pero no porque el teatro se haya preocupado de proporcionar programas de mano. Esta ausencia hace pobre servicio a los intérpretes, que merecen se conozcan sus nombres, y lamentablemente es cada vez más frecuente).

La obra es de la escritora irlandesa Marie Jones, quien también es autora de la bellísima Una noche de noviembre, y fue estrenada en 1996, lo cual indica que poco a poco nos estamos poniendo al día en cuanto a la presentación de teatro contemporáneo. La pieza trata de la filmación de una película en secciones rurales de algún país: Irlanda en el caso de la obra original, Sevilla cuando se presentó en España, y en un pueblito colombiano en la versión criolla que mostró el Teatro Nacional. La idea es presentar el impacto que esa visita tiene en la comunidad y cómo cada uno de sus habitantes se destapa con las ilusiones que crean los visitantes. Por ejemplo, uno de los personajes es alguien que trabajó como extra en La quemada (en el original se habla de El hombre tranquilo, de John Ford) y que aspira a revivir su momento de gloria de ese entonces. Claro que La quemada, de Pontecorvo, con Marlon Brando, se filmó en Cartagena y nada del montaje hace pensar que se trate de un pueblo tropical. El título describe la forma de suicidio de un muchacho que es humillado por la actriz principal de la película y se lanza al río con piedras en los bolsillos. La autora en una entrevista se extrañó de que consideraran esta obra una comedia y en realidad es una tragedia que ayuda a mostrar las relaciones entre la gente ingenua de un pueblo y las estrellas y el personal de la cinta, que condescienden a visitarlos, aunque en forma brillante se llega al dramático centro argumental a través de momentos cómicos. Es una obra entretenida y la versión que se vio en Bogotá presentó a dos buenos actores, de gran versatilidad, que llevaron la pieza en forma fluida.

Esta obra se presentará por pocas semanas y vale la pena recomendarla porque es una de esas piezas que, además de entretenida, definitivamente hace pensar, una vez uno se ha salido de la superficie de lo que se presenta. Fue un buen momento del Teatro Nacional.

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