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No me da ninguna vergüenza confesar que amo las obras de Rafael Sabatini, ese novelista de libros de capa y espada, muchas de las cuales han sido llevadas al cine y que algunos eruditos miran más o menos con desprecio. Se cumple en estos días el sesquicentenario de su nacimiento y sería injusto no rendir homenaje a quien creó al Capitán Blood, a Scaramouche, al halcón de los mares y al magnífico Bardelys. Todos ellos han sido llevados al cine en cintas que los aficionados consideran entre las mejores películas de aventuras y que igualmente he visto una y otra vez por lo entretenidas que son y que, de hecho, continúan siendo populares.
Es irónico que, a pesar de su apellido italiano y de haber nacido en Italia, escribiera en inglés y vivió toda su vida en Inglaterra, donde murió hace 75 años. Sus padres habían sido cantantes de ópera y hubieran querido que su hijo siguiera un camino musical, pero él, recién salido de la adolescencia, decidió dedicarse a escribir, ya que según él mismo manifestó, era más divertido escribir romances que leerlos. Lamentablemente, pasó mucho tiempo antes de tener su primer éxito, cuando ya era cuarentón, con la novela “Scaramouche”, cuyo argumento, durante las épocas de la revolución francesa, hizo que se convirtiera en un éxito internacional. La novela comienza con esa célebre frase, que muchos creen de origen respetablemente clásico: “Nació con el don de reír y la creencia que el mundo estaba loco” y sus versiones fílmicas están dentro de las películas preferidas por muchos. Ese éxito ocasionó que muchas de sus obras anteriores se reimprimieran y tuvieran la acogida que no habían tenido antes. No abundan los cineastas que no recuerden al Capitán Blood y otras interpretadas por Errol Flynn en filmes que aún hoy día emocionan. La versión de “Scaramouche” con Stewart Granger, el personaje de comedia del arte que sirve al protagonista para esconderse y poder vengar a su amigo, tiene el episodio de esgrima más largo de la historia del cine. Una película legendaria fue la muda Bardelys, el magnífico, dirigida por King Vidor, de 1929, que estuvo perdida mucho tiempo, pero a principios de este siglo fue redescubierta y restaurada y es una de esas cintas que ruego por poder ver algún día. Incidentalmente, uno de los partiquinos del filme es John Wayne, en una de sus primeras actuaciones.
Quizá el pecado de Sabatini fue el de haber hecho novelas interesantes, llenas de acción y con argumentos que obligan a seguir leyendo sin descanso, y eso tal vez algunos criticastros no lo pueden perdonar. No cabe duda que en este sesquicentenario su popularidad no ha disminuido y como dije, no me da pena seguir admirándolo y leyéndolo.
