Con bombos y 76 platillos (como corresponde a un evento dedicado a la música) se anunció algo llamado “Congreso Iberoamericano de Cultura” que se realizó en Medellín, centrado en la música y que tuvo como objeto, según dicen las gacetillas, “hacer una aproximación a la cultura común de 22 países”.
¡Aleluya! exclama uno: por fin se dan cuenta que los compositores de sinfonías y de música de cámara, de óperas y de suites, son parte fundamental y básica de la cultura de un país. Ellos han sido olvidados porque nadie se preocupa por divulgar sus obras ni por fomentar la creación de música culta, pero al fin aquí hay un Ministerio de Cultura que se da cuenta de la importancia de la creación musical y que recuerda que cuando los Lorentz que han hecho pegajosas polcas han sido olvidados, todavía Brahms y Rimsky-Korsakov forman parte de los tesoros de nuestra civilización.
Pero el entusiasmo sólo dura un momento. Leyendo la letra menuda, uno se encuentra que lo que se hizo fue un gran mercado para que los conjuntos de rock y los intérpretes de rap tengan forma de vender lo suyo. No se trata entonces de mostrar que entre nosotros aún hay ilusos que componen sinfonías sino de hacer énfasis en lo comercial, en investigar cómo los grupos de salsa, en vista de la crisis de la industria fonográfica, pueden seguir vendiendo sus creaciones por el tiempo limitado que ellas estén de moda. Porque lo malo, no sobra recordarlo, es que esa es música que puede ser todo lo popular que se quiera, pero que es efímera y el gran éxito de ayer es únicamente el ritmo olvidado de hoy. No que ella no tenga su lugar dentro de lo que se oye en un país, pero resulta irrisorio que un Ministerio de Cultura consagre sus esfuerzos a ayudar a comercializar esa creación que ya tiene suficientes empresas privadas cuya labor es precisamente la de buscar y fomentar esa clase de música.
Claro que con este comentario estoy lloviendo sobre mojado. La verdad es que, igual que una tristemente recordada antigua ministra de Cultura decía que no se debía poner a Bach al alcance de los niños, como parte de su educación, la buena música ha sido olvidada a través de los tiempos. Que se haga todo un congreso de cultura que ignora este tipo de música, muestra que las cosas ni han mejorado ni tienden a mejorar, pero si es necesario que así la mía sea una voz solitaria, se debe señalar que las cosas no caminan por donde deben caminar.