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La Ópera de Viena no se distingue por saber mantener a sus directores artísticos.
Cuando Mahler fue su director, en la que dicen fue la primera gran época de esa casa lírica, solo aguantó diez años y renunció. El mismo Karajan no pudo estar sino siete años y entre sus grandes sucesores, Lorin Maazel (recientemente fallecido) apenas estuvo por dos temporadas y el gran Claudio Abbado se fue a los cinco años de haber sido nombrado. La historia se repite ahora, cuando Franz Welser-Möst, quien había sido nombrado en 2007, renunció en forma intempestiva e inmediata, es decir, que ni siquiera terminó la temporada presente, cuando aún tenía por dirigir en más de treinta ocasiones. Welser-Möst estuvo al frente de la Ópera de Viena en una de sus más brillantes ocasiones, con una serie de éxitos artísticos, aplaudidos por crítica y por público y que hicieron que la boletería estuviera prácticamente agotada en todas las funciones mientras que, por ejemplo, en el Metropolitan de Nueva York, el promedio de ocupación apenas alcanzó el sesenta por ciento.
La forma tan repentina de la renuncia obviamente ha ocasionado una oleada de rumores, en especial el de que el director no aceptó que la empresaria de la casa de ópera interfiriera con sus decisiones artísticas. El florero de Llorente parece haber sido el deseo del director de revivir un olvidado ballet de Richard Strauss, llamado La leyenda de José, que había dormido el sueño de los justos por varios decenios y que el mismo compositor reconoció que la obra no reflejaba uno de sus mejores momentos. Como en Viena hasta el último portero pretende tener un profundo conocimiento de ópera, se ha creado la polémica en forma ardiente y el resultado inmediato es que se están buscando directores que cubran lo que abandonó Welser-Möst y que otro gran director de nuestros tiempos siga los pasos de sus predecesores, todos los cuales prometieron que jamás volverían a poner sus pies en la Ópera de Viena.
De todas formas, muchos creen que es irresponsable que un director artístico se vaya en forma tan repentina dejando en el aire la temporada que ofreció dirigir y lo que era un simple chisme artístico se ha convertido en una seria discusión, en especial sobre la dependencia que pueda tener una institución artística en una sola persona que no se ha preocupado por crear reemplazos para cuando, como sucede más tarde o más temprano, ya no esté.
