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Plinio Apuleyo Mendoza embiste lanza en ristre contra un pobre crítico (aclaro que no soy yo) a quien no le gustó algo que a Plinio sí le había gustado.
De hecho, teme que lo publicado “sea ante todo una apreciación subjetiva de un redactor…” y tengo que decir que, desde luego, eso es así. Una crítica SIEMPRE (mayúsculas mías) es una apreciación subjetiva de quien escribe porque si no, no es crítica sino gacetilla. Claro que a los empresarios de espectáculos les gustaría que sólo se publicaran elogios en que se dijera que lo comentado es el non plus ultra y el redactor no expresara su apreciación subjetiva sino que se deshiciera en elogios y ditirambos, pero eso quitaría honradez a lo escrito y a la larga sería monótono.
Ya desde tiempos de Goethe se definió la crítica como algo en donde quien escribe analice qué fue lo que trató de hacer lo criticado, cuales métodos había usado para lograrlo y, finalmente, si lo consiguió. En eso consiste lo que es una buena crítica y aunque entra el factor subjetivo, no cabe duda que este refleja la educación, experiencia y conocimiento del crítico. Lo dicho se puede aplicar a todo lo que se critica, sean las artes, los espectáculos e incluso las columnas periodísticas. Pero Plinio además es injusto con la prensa en general al acusarla de que es muy reducido el espacio que le concede a la cultura, lo cual muestra que no nos lee. En este diario hay una sección diaria dedicada a la cultura. No siempre uno está de acuerdo con lo publicado pero el hecho es que se publica y no escondido, sino destacado.
Menciona Plinio a una amiga ucraniana que se queja de que en Colombia no hay reseñas dignas de espectáculos culturales y él debería preguntarle a la ucraniana cuáles esfuerzos hace ella para informar de los espectáculos que presentan, y si quiere las reseñas, dignas o no, si ha invitado a los reseñadores. Somos muchos los que consideramos que si se quiere una crítica hay que invitar al crítico, ya que la no invitación muestra que el empresario no tiene interés en que lo que presenta se comente. Por ejemplo, en la obra de Triana que ocasionó el comentario de Plinio Apuleyo, sé de muchos comentaristas a quienes ignoraron y por eso ellos ignoraron la obra. De modo que la culpa no siempre es de los críticos.
