Desordenamiento territorial

Son muchos los lugares en Bogotá donde, por obra y gracia del Plan de Ordenamiento Territorial (POT), a un lado de la calle se pueden construir edificios de 20 y más pisos, pero en la acera de enfrente de la misma calle solo se aprueban cuatro pisos. Este absurdo no solo va en contra de la ley de 1997 que creó el POT, la cual ordenó enfáticamente buscar una “distribución equitativa de las cargas y los beneficios”, sino que también es otro de los muchos errores que hay en esos planes que se supone buscan una ciudad más amable para quienes residen en ella. Es lamentable dejar constancia de que esta meta, en el caso bogotano, no se ha logrado.

El limitar así la altura de las construcciones ha tenido como consecuencia que Bogotá se haya extendido en forma horizontal, cubriendo cada día más superficie, y se hayan aumentado las distancias de la ciudad. A eso, más que a otra cosa, se deben muchas fallas en la movilidad y el colapso diario en los sistemas de transporte público. Si se hubiera escuchado a arquitectos especializados en estos temas, se habría buscado más bien la creación de grupos de miniciudades compactas dentro de la capital, con edificios de altura. Esto permitiría que hubiera distancias más cortas entre los sitios de residencia y los de trabajo, y se disminuiría así el tráfico.

Por el contrario, en forma ciega se ha insistido en limitar la altura de los edificios y la consecuencia la vemos todos los días en las congestiones de tránsito, por no haber suficientes calles adecuadas para el tráfico adicional originado en esa extensa superficie. Ojalá el nuevo POT corrija esos absurdos y extienda la posibilidad de construcción en altura, lo cual, además de ser equitativo, resolvería muchos problemas de la ciudad.