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Diez años sin Will Eisner

Manuel Drezner

19 de enero de 2015 - 09:22 p. m.

En los años cuarenta del siglo pasado, los niños aguardábamos con ansia cada semana la llegada de una revista mexicana que se llamaba Paquín, dedicada a presentar cómics de todo género, entre ellos el de un curioso personaje, Spirit, que rompía con todos los moldes a que estábamos acostumbrados.

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Este luchador aficionado contra el crimen, que había decidido abandonar su verdadera identidad y residir en una tumba adaptada en un cementerio, era un héroe de lavar y planchar. No tenía ningún poder sobrehumano, es decir, no tenía visión de rayos X ni un cuerpo inmune a las balas como Supermán, ni la capacidad de hacer curiosas contorsiones como el Hombre Araña, y de hecho recibía tantas tundas de los criminales contra quienes luchaba como las que él les daba. La presentación gráfica de esta historieta era de una agilidad que ella sola era ya atractiva. Spirit fue la creación de Will Eisner, uno de los gigantes de los cómics, y de él se cumplen en estos días diez años de su muerte. Él dejó de crear Spirit en la década de los cincuenta, pero es tanta su vigencia que esta historieta se reedita continuamente.

Si Will Eisner solamente hubiera sido el creador de Spirit, ya se hubiera asegurado la inmortalidad, pero él estaba convencido de que la tira cómica tenía un poder único de expresión y pasó a crear un nuevo género que bautizó como novela gráfica. En ésta, el desarrollo argumental estaba respaldado por el dibujo, que en forma elocuente reemplazaba y complementaba la descripción escrita. Contrato con Dios, la historia de un refugiado que se siente traicionado por el Creador, fue una impresionante invención que merecidamente entró en las listas de los best-sellers y que nunca ha dejado de estar disponible. Esto también es un logro si uno recuerda que libros de autores como Eco o Sinclair Lewis son difíciles de conseguir porque las editoriales dicen que ya no venden.

El aporte más importante de Eisner fue mostrar que la historieta era una forma peculiar y digna de respeto, que junto con el cine podría definir el aporte del siglo XX a las artes. Eisner dio dignidad a lo que hasta ese entonces se consideraba un género menor, revolucionó su lenguaje y le dio una vigencia que convirtió lo que se consideraba simplemente monitos para niños en algo para todas las edades y que los adultos pueden apreciar sin ruborizarse. Sus audaces presentaciones gráficas, sus argumentos que mezclan la aventura con conflictos humanos dignos de un Balzac o de un Maupassant y su orgullo al querer colocar el arte de la historieta en un pedestal, lo cual logró, hacen que recordar los diez años de su muerte refleje un homenaje merecido.

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