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Uno está echando de menos en los programas de la Filarmónica y de la Sinfónica, nuestras dos máximas entidades musicales permanentes, programación de autores colombianos.
No hablemos de las obras nuevas que se están creando, muchas de ellas de gran interés y que muestran que el movimiento musical colombiano sigue en desarrollo, contra todos los obstáculos, uno de los cuales y no el menor es la falta de oportunidad de dar a conocer las creaciones. Pero también hay que recordar que hay literalmente docenas de compositores colombianos que hicieron música de mérito en el pasado y ellos sí que parecen condenados al olvido.
¿Hace cuánto que no se programa en los conciertos sinfónicos una sinfonía de Uribe Holguín? ¿Dónde están las obras de González Zuleta, de Pineda Duque o de Escobar? Atehortúa, con un impresionante catálogo de obras, ¿hace cuánto que no estrena una? Y hay obras de Rozo Contreras, de Alex Tobar, de Borda y tantos otros que sin duda merecerían ser revividas, si hubiera una política colombianista en nuestras orquestas. Son tantos los compositores que ha habido, que en otras épocas, cuando aún existía la Televisora Nacional, ésta pudo presentar por muchos meses a un compositor colombiano nuevo cada semana, sin repetirlos.
Igualmente, cuando Ramiro Osorio estuvo al frente de lo que en esa época era Colcultura, tuvo la buena idea de dejar constancia permanente de la existencia de músicos colombianos y hubo material para llenar, entre los de la vieja guardia y los nuevos, cinco discos compactos. Todo esto quiere decir que hay creadores nacionales serios y que es obligación de nuestras orquestas dar la oportunidad de que su música no desaparezca.
Lo anterior es doblemente grave, precisamente porque se trata de música. Un pintor con tener una pared, puede dar a conocer su obra y a un escritor no le resulta demasiado difícil publicar lo que escribió, pero un músico necesita de un intérprete para que el público conozca lo que ha hecho y cuando los que lógicamente deberían tocar obras colombianas no lo hacen, no sólo están cometiendo una injusticia sino que no están cumpliendo con su deber hacia la cultura nacional. Como se trata de entidades subvencionadas por el Estado y parte de sus obligaciones hacia la cultura es la de divulgar lo que crean los colombianos, es claro que aquí hay una falla lamentable y que es necesario que se tomen las medidas necesarias para que la música colombiana ocupe el lugar que merece.
