El nuevo plato musical exquisito que nos ha brindado el Teatro Santo Domingo ha sido la oportunidad de escuchar en cinco días consecutivos el ciclo completo de sinfonías de Beethoven, en interpretaciones maestras por Gustavo Dudamel y su excelente Orquesta Simón Bolívar.
Que Dudamel es un gran intérprete lo confirma lo que hemos oído hasta el momento de escribir esto, cuando ha hecho versiones de altísima categoría de obras como la Heroica y la Quinta, a la altura de cualquiera de las grandes que se han escuchado en vivo y en discos por otros músicos. La idea poco ortodoxa de presentar las sinfonías en orden numérico mostró que Beethoven se puede escuchar de cualquier manera y Dudamel volvió a confirmar qué inmenso compositor fue Beethoven. No sobra decir esto porque la facilidad con que uno puede escuchar en nuestros tiempos esas obras maestras a veces hace olvidar que son cimas de la civilización occidental. Claro que hubo quienes hubiéramos deseado oír como complemento algunas otras obras orquestales de Beethoven, tal como se hizo en el primer concierto del ciclo, que fue complementado con la presentación de las dos rapsodias para violín y orquesta del compositor.
Antes del ciclo Dudamel había dirigido una orquesta en la que se combinaron las fuerzas de la Filarmónica de Bogotá con su Orquesta Simón Bolívar para un programa donde se pudo escuchar la Fantasía coral, la cual, aunque muchos la consideran creación menor dentro de la obra beethoveniana, tiene todos los rasgos de su genio y es algo placentero de escuchar. En fin de cuentas, no todo tiene que ser trascendental…
En ese concierto Dudamel igualmente presentó extractos de la música que el director, en una nueva faceta como compositor, hizo para una película cinematográfica sobre Simón Bolívar. Es música agradable, obviamente muy bien orquestada y que, si bien algunos la encontraron derivativa, puede ser una adición interesante al repertorio. En resumidas cuentas, este ciclo conformó una semana musical inolvidable y que ojalá sea pauta para el futuro, es decir, que no sólo se presenten conciertos sueltos sino que se haga esa labor de concentrar en poco tiempo una muestra importante de la obra de un creador a cargo de un intérprete que, como Dudamel, sepa mostrar e interpretar dichas obras.