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Elvira Cuervo de Jaramillo mientras dirigió el Museo Nacional, logró convertir a este de un guardadero de fósiles, a una entidad dinámica, con exposiciones importantes y de gran imaginación, sin tener que descender al comercialismo y actividades sociales que parecen ser la pauta de otras instituciones similares. Por eso el Museo Nacional está a la vanguardia de los centros culturales del país.
A muchos nos preocupaba lo que fuera a suceder cuando la directora se fuera, pero hay que decir que la sucesión ha logrado mantener el alto nivel que había y que sus exposiciones, sus actividades didácticas y su orientación siguen siendo de primera calidad, sin que sea necesario que la foto de la directora aparezca en la sección de sociales de periódicos y revistas.
Prueba de lo anterior es la exposición que se inauguró, llamada “Sentir para ver” y que con el apoyo del Museo del Louvre, presenta reproducciones de grandes obras de la escultura mundial en un formato que permite a los ciegos tocarlas, darse cuenta de sus texturas y de como son esas piezas que en otra forma no podrían imaginar. No se trata entonces de simplemente mostrar reproducciones, lo cual en un museo que se respete es absurdo, sino de poner obras de arte al alcance de un público que ha sido dejado de lado por su limitación física y no ha tenido oportunidad de que los museos de artes plásticas se acuerden de ellos. No todo son reproducciones sino que la mitad de las piezas son originales, pero entre las que no lo son están obras como la Venus de Milo y el Lacoonte, que aún muchos no invidentes que no han tenido oportunidad de ir a París, no han podido apreciar en reproducciones de buena calidad. Como complemento, hay pinturas reproducidas en relieve, con complemento de audio que describe lo que se toca. No solo los ciegos sino los minusválidos también podrán aprovechar esta exposición, ya que los espacios fueron diseñados en tal forma que puedan circular sin problema las sillas de ruedas.
La exposición se complementa con buenas guías didácticas, con giras guiadas y conferencias, o sea que no se ha dejado pasar detalle para que esta original e imaginativa muestra cumpla con un propósito no solo artístico sino de justicia hacia la población con limitaciones físicas. En últimas la labor de un museo no es simplemente colgar cuadros sino también acercarse a la población de donde se desarrollan las actividades y en esto el Museo Nacional está logrando maravillas.
Sea esta la oportunidad de repetir una inquietud que he manifestado en otras ocasiones. El Museo cobra un máximo de 3000 pesos por la entrada y siempre he creído que un museo nacional debe ser gratuito. Esa suma no significa un ingreso significativo y sería por tanto más acogedor que, al igual que la Galería Nacional de Londres, la entrada fuera absolutamente sin costo.
