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Muchas veces se ha hablado en esta sección contra la llamada eurobasura (o eurotrash, para los anglófilos) en los montajes de ópera.
En resumidas cuentas, ésta consiste en dar a los directores escénicos poderes tales que ellos consideran saber más que los Mozart, los Verdi o los Puccini que hicieron las óperas, y hacen montajes donde en lugar de transmitir al público los deseos de los creadores, crean unos mamarrachos que desvirtúan lo que el creador quiso mostrar. Aquí hemos sufrido ese tipo de traición artística cuando vimos, como ejemplo, una Carmen donde los soldados describían una plaza con transeúntes que vienen y van, mientras que la plaza en cuestión estaba completamente vacía, o un Rigoletto que en vez de ser deforme le quitaban la joroba para mostrar un artista de cine. Esa arrogancia de registas que parecen no haber leído el libreto para hacer su montaje puede compararse a lo que sucedería si un director de sinfónica decidiera que Beethoven no sabía orquestar y agregara guitarras eléctricas a la Novena sinfonía.
Afortunadamente se está creando una reacción contra esos esperpentos, y se combaten por parte del público, como sucedió en la silbatina que recibió un montaje londinense, o por los mismos herederos de los músicos. Esto último tuvo lugar en París, donde los nietos de Francis Poulenc lograron detener la circulación de un DVD en el que mostraban Diálogo de Carmelitas no en la época del Terror en que la situó el libretista Bernanos, única donde lo que sucede tiene lógica, sino en un cataclismo atómico donde las monjas de la ópera mueren por una explosión, a pesar de que las pobres hermanas no sólo son guillotinadas, sino que la música describe la caída de esa guillotina. Ahora están tratando de impedir que la Ópera de Múnich, que ha hecho ese mismo montaje, siga adelante con lo que los herederos consideran una aberración.
Igualmente, en la Scala, el director musical Ricardo Chailly ha impedido una tergiversación similar de una obra de Puccini y reemplazado al director escénico que pretendía convertirla en ópera gay. En igual forma Chailly ha anunciado que impedirá tergiversaciones de este tipo en el futuro y los montajes deben ser consultados previamente con él.
Nadie se opone a la creatividad, pero esos directores escénicos que pretenden corregir los deseos de un Beethoven o de un Verdi deben recordar que el público viene a ver lo que los autores quisieron y no lo que esos pobres diablos pretenden mostrar.
