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El ballet argentino

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Manuel Drezner
21 de agosto de 2014 - 03:00 a. m.
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En el Teatro Santo Domingo se presentó un grupo llamado Ballet Folclórico Nacional de Argentina y esto permite hacerse nuevamente una pregunta que he planteado en diferentes ocasiones.

Se trata de que el ballet es una forma de danza de alta cultura, muy sofisticada, y es considerado una creación artística de un maestro coreógrafo. El folclor, en cambio, por su misma definición, es el producto de una tradición que se ha venido desarrollando, que es de base popular y que por tanto no tiene autor conocido. Es claro, por lo anterior, que un ballet folclórico implica una contradicción en términos que implica o bien que es ballet o que es folclórico, pero no puede ser ambos. Por esa razón la cantidad de conjuntos llamados así que han proliferado son aves raras a las cuales es difícil catalogar y mucho menos juzgar.

Alguna vez tuve la oportunidad de plantear ese interrogante a Amalia Hernández, la inolvidable fundadora de otro excelente ballet folclórico, el de México, y curiosamente ella me dio la razón en principio, pero me explicó que la razón de darle el nombre de ballet a un grupo destinado a rescatar la música y danzas de su tierra es que ellas pasaban por un proceso de refinamiento y estilización que permitía presentar al público una expresión folclórica rescatada a través de una creación artística personal. Para lo que sirva, transcribo lo dicho, pero eso crea una nueva definición de lo que es folclórico.

Si se aplica lo anterior al espectáculo argentino que estuvo en Bogotá, es claro que la aspiración de Amalia Hernández no reza en este caso. Lo que el grupo hizo fue una serie de danzas, bien montadas y agradables, pero que de ninguna manera representan el folclor de su tierra. Recordemos que Vega, en su Panorama de la música popular argentina, citó decenas de aires populares, esos sí folclóricos, que escasamente usa el grupo visitante. En cambio presenta los tangos que uno puede ver en los metederos turísticos bonaerenses y una versión bailada, de gusto discutible, de la Misa criolla de Ariel Ramírez y algunas danzas, bien montadas, así sea con coreografías repetitivas, lejanamente basadas en lo tradicional.

Lo anterior indica que quien asista a las presentaciones del Ballet Folclórico argentino verá poco ballet y menos folclor, así el espectáculo, como se dijo, sea agradable y los miembros del conjunto, bailarines de mérito y disciplina. Quizá si se hubiera llamado Ballet Popular argentino, en vez de folclórico, los que estamos interesados en las ricas tradiciones de esa tierra no nos hubiéramos desilusionado.

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