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El barbero diabólico

Manuel Drezner

18 de junio de 2012 - 06:00 p. m.

El barbero diabólico de Fleet Street es el nombre de la obra musical Sweeney Todd, que presentó en el Teatro Santo Domingo la compañía del Teatro Nacional Sucre de Ecuador (aunque ellos, por razones misteriosas cambiaron al diabólico Fígaro por uno que era simplemente brutal).

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Así se inicia un interesante intercambio entre las dos entidades y a juzgar por los muy buenos resultados de las presentaciones de la creación mencionada ese intercambio será fructífero por que los ecuatorianos mostraron un espectáculo de alta calidad, más laudable aún si se tiene en cuenta que se trata de una pieza difícil, que requiere de un reparto gigante con actores cantantes de gran experiencia. Ese fue el caso de lo que se vio y por eso hay que catalogar a Sweeney Todd entre lo mejor de lo mucho bueno que se ha visto este año.

La pieza en cuestión fue un ambicioso logro de Stephen Sondheim, sin duda uno de los más importantes autores de obras musicales para el teatro de nuestros días. Tan exitoso fue el resultado que después de una larga temporada en muchos de los centros teatrales del mundo, la obra ha sido adoptada por varias casas de ópera como parte importante de su repertorio moderno. Entre ellas están el Covent Garden londinense, la Opera de Houston y la de Israel y la de la ciudad de Nueva York, además de varias casas alemanas, lo cual muestra lo importante de lo que se presentó aquí. La obra es en su mayoría cantada y por sus mismas características, como ya se dijo, sus intérpretes deben ser no solo muy buenos actores sino también cantantes de mérito, una combinación que no siempre es fácil de lograr. Igualmente necesita de una dirección escénica conocedora y hay que decir que toda esa combinación se logró con gran éxito.

Claro que se trata de un caso de algo que podría llamarse “ópera negra” porque su argumento gira alrededor de un barbero (demoniaco y no brutal como se dijo, ya que la inspiración fue una balada llamada precisamente El barbero diabólico) que para vengarse de la sociedad que lo ha condenado injustamente, se dedica a matar a sus clientes, en combinación con una pastelera que usa la carne de los muertos para hacer empanadas, una forma fácil de ocultar los crímenes. Un coro comenta la acción y es interesante que el concepto dramático es que lo descrito es algo común y corriente. La verdad es que teatralmente es una obra de categoría, exitosa con crítica y con público y cuyas presentaciones en Bogotá fueron algo destacado.

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Manuel Drezner

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