Estas son algunas reflexiones sobre la Feria del Libro de Bogotá y los posibles cambios que puede tener para un óptimo funcionamiento debido a su magnitud. Se sugiere que algunos podrían ser: separar días para profesionales y público, reducir el precio de entrada, agregar atracciones como ventas de saldos y librerías de viejo, y replantear la figura del país invitado. Ajustar las fechas para no coincidir con otras ferias internacionales también sería beneficioso.
La Feria del Libro de Bogotá es un importante hecho cultural, como lo demuestra el inmenso interés que crea, pero no cabe duda de que el número de visitantes aumentaría considerablemente si se hicieran algunos cambios.
El gran problema que tiene la Filbo s que después de tantos años no ha sabido encontrar su camino. No se trata de una feria puramente profesional como la de Fráncfort o una feria combinada para profesionales y gran público como la de Buenos Aires o la de Guadalajara. Estas últimas tienen sus primeros días dedicados exclusivamente a compradores profesionales y el resto del tiempo, los particulares pueden visitarlas para encontrar las publicaciones que deseen.
En Bogotá han tratado de hacer una combinación de las dos, con acceso simultáneo tanto de profesionales como de público, con el resultado que a ninguno de los dos se puede atender como se merece. Lo ideal, entonces, sería imitar a las ferias argentinas y mexicanas, con tres o cuatro días dedicados a profesionales y el resto del tiempo abrir las puertas a los compradores privados de libros. Este cambio no sería difícil y evitaría lo que se vio en tantos puestos: quienes los ocupan no pueden dar atención adecuada ni a unos ni a otros, ya que los profesionales se ven continuamente interrumpidos por quienes desean adquirir un libro y muchas veces a estos se les deja de lado ante el interés de buscar contactos con compradores profesionales.
Pero hay otros elementos que se deben tener en cuenta. Para el nivel adquisitivo de la mayoría de la gente, el precio de entrada es alto y aleja a muchos interesados. La entrada se debería rebajar o se debería dejar que parte de él fuera posible abonarlo a la adquisición de alguna publicación. Por otra parte, se debería crear una serie de atractivos adicionales, tales como permitir la venta de saldos que muchas veces resucitan libros que no tuvieron suerte en su primera salida. Cantidad de amantes de los libros creen que las librerías de viejo, donde muchas veces hay joyas bibliográficas que ya no se consiguen, deberían tener su puesto.
También habría que reconsiderar la figura de país invitado. La experiencia ha mostrado que los invitados salen del paso de cualquier forma, con una colección de folletos turísticos y afiches de propaganda, pero nada de libros ni de autores. La feria debería tener suficiente atractivo como para que los editores de otros países vengan sin necesidad de invitación. Por otra parte, las fechas escogidas para las ferias del libro de Bogotá, casi siempre han coincidido con la Feria de Buenos Aires y es posible que muchos posibles visitantes del exterior, cuando tienen que escoger entre las dos, se van a Argentina, restando importantes elementos a nuestra feria. Más lógico sería que las fechas de la una fueran a continuación de las de la otra, lo cual permitiría a muchos planear la visita a las dos ciudades.