Eso de hacer listas es una tendencia de nunca acabar. Ahora el crítico del New York Times, Tommasini, decidió meterse en ella y hacer una especie de campeonato de compositores, para determinar cuáles fueron los diez más grandes que han existido.
Personalmente creo que ese tipo de ejercicio es de una futilidad absoluta, ya que en artes es muy difícil decir que algo muy bueno es mejor que otro no menos bueno y, en últimas, determinar qué es lo mejor necesita exponer criterios sobre los cuales se basa la escogencia y a la larga se descubre que todo se desprende de los gustos del que hace la escogencia. Dicho esto, para lo que sirva, vale la pena transcribir la lista de quienes, de acuerdo con el crítico neoyorquino, son los que podríamos llamar campeones de la música.
La lista comienza con el nombre obvio de Bach, considerado el músico de los músicos, pero ella se contradice inmediatamente porque los nombres que siguen son los de Mozart y Beethoven, y entre esos tres es bien difícil determinar grados de grandeza. A Haydn el columnista lo ignora, igual que ignoró a Handel, para saltarse al nombre de Schubert, sin duda otro grande, y sigue con Debussy, Stravinsky y Brahms, aunque muchos dirían, ¿por qué Debussy y no Ravel? ¿Por qué Stravinsky y no Mahler? ¿Y por qué Brahms y no Schumann o Chopin? Como se ve, en la escogencia hay algo de caprichoso, más cuando se olvidaron de otros genios del pasado (que muchos pondríamos por encima de otros nombres de la lista) como Monteverdi. La lista termina con los nombres indispensables de Wagner y de Verdi (pero no de Rossini) y finalmente el de Bela Bartok, insigne compositor pero no el más grande del siglo XX.
Ya transcrita la lista, sólo queda por decir que ella no conduce a nada, ya que ni siquiera en todos los casos se trata de los músicos más populares (que podría ser otro criterio) y tiene algo de aventurado considerar que toda la historia de la música puede reducirse a diez nombres, así el crítico confiese que la lista no necesariamente ignora a quienes fueron excluidos. De todos modos, en este campeonato de compositores, posiblemente el que salga perdiendo es quien se inicia y necesita de alguna guía. No que los nombres elegidos no correspondan a genios, sino que la impresión que dejan es que con ellos basta y sobra y no se necesita explorar más en el mundo infinito y placentero de la gran música.