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El centenario de “La metamorfosis”

Manuel Drezner

03 de agosto de 2015 - 10:11 p. m.

Franz Kafka creía muy poco en la importancia de su obra. Antes de morir ordenó a su amigo y albacea Max Brod que quemara todos sus manuscritos inéditos. Afortunadamente, Brod no cumplió con lo pedido y así el mundo pudo conocer una obra monumental que reflejaba la desesperación humana y la frustración ante las cosas a las que nunca se puede llegar. No hay quien discuta que Kafka fue uno de los grandes autores, no sólo del siglo XX, sino una de las influencias básicas en la literatura moderna.

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No hay quien discuta que Kafka fue uno de los grandes autores, no sólo del siglo XX, sino una de las influencias básicas en la literatura moderna.

Todo esto a propósito del centenario, este mes, de la primera publicación de una de sus obras seminales: La metamorfosis (aunque hay quienes dicen que mejor título en castellano sería La transformación, ya que si Kafka hubiera querido referirse a una metamorfosis hubiera usado la palabra alemana metamorphose), que narra cómo un pobre comerciante de telas, Gregorio Samsa, amanece un día transformado inexplicablemente en un enorme insecto no identificado que puede ser un cucarrón. Esta base aparentemente simple lleva a una serie de profundos análisis sobre el rechazo y el aislamiento, un tema que se repetiría en toda la obra de Kafka y que lo señala sin duda, además, como uno de los precursores del existencialismo.

Como toda obra maestra, son numerosas las interpretaciones que le han hecho. Una de ellas es que la conversión en insecto no es algo real, sino que sólo está en la mente de Samsa. Se siente por tanto aislado y refleja este hecho en su creencia de ser ahora ese inmenso cucarrón. Si el cambio existe, eso lleva a interpretar cómo la sociedad aísla a quien es diferente, mientras que la víctima no entiende la razón por la cual es incomprendido y dejado solo.

El egoísmo humano es otra posibilidad, ya que Samsa era quien mantenía a su familia, pero cuando ya no lo puede hacer, esa familia lo deja morir. Incluso otros dicen que se trata de una autobiografía disimulada (señalan cómo el apellido Samsa es similar a Kafka) y que el gran escritor quiso reflejar cómo se sentía solo a pesar de los numerosos amigos que tenía.

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En todo caso, cada cual puede interpretar la obra como quiera, pero su centenario hace que sea importante recordar esta novela maestra de la literatura de todos los tiempos. Es algo tan maravilloso leerla que es bueno aprovechar el pretexto del centenario para hacerlo de nuevo.

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