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La celebración (muy justificada, por cierto) de los cincuenta años del estreno de El padrino, la gran película de Coppola, hizo que se olvidara otro aniversario no menos importante en la historia del cine: el centenario del estreno, en 1922, de Nosferatu, príncipe de las tinieblas, dirigida por Friedrich Murnau, película que fue pionera en el cine al mostrar vampiros. No solo eso, sino su novedosa presentación, con un montaje ágil de más de 300 tomas, fue una influencia básica que todavía en nuestros días se encuentra en muchas películas. Murnau se basó en Drácula, la novela de Bram Stoker, pero para evitar el pago de derechos de autor, le cambiaron de nombre al vampiro. De todos modos, la viuda de Stoker demandó exitosamente a la productora del filme por plagio y al ganar el pleito un juez ordenó destruir todas las copias y el negativo. Afortunadamente, como había pasado tiempo, aunque el negativo original no existe, en todo el mundo sobrevivieron numerosas copias y eso permitió que la cinta se conociera y adquiriera su fama como uno de los grandes íconos de la historia del arte cinematográfico.
Alrededor de la cinta se tejieron numerosas leyendas, muchas originadas en el nombre del actor que la protagonizó, que se llamaba, muy apropiadamente Max Schreker. Digo que apropiadamente porque en alemán la palabra schreker significa “asustador” y el hecho es que aún a sus cien años, Nosferatu es una obra que logra su objetivo de horrorizar. Verla es una experiencia que deja al espectador confundido y horrorizado. Muchos críticos han dicho que es una de las películas más tenebrosas de la historia y que eso es cierto es fácil de comprobar, ya que hay numerosas versiones en discos que se pueden ver.
Murnau, el director, está un tanto olvidado hoy día, pero esta película junto con La última risa y otra hecha en Estados Unidos, llamada Amanecer son consideradas entre las cumbres del cine de todos los tiempos. Werner Herzog le rindió homenaje, cuando filmó otra cinta con el mismo nombre de Nosferatu en la que el papel principal lo hacía Klaus Kinski. Aunque es una buena película, no le llega a los talones a su antecesora, así haya usado prácticamente el mismo guion.
Hagamos entonces homenaje a este centenario, ya que es otra de las obras maestras del cine que merece ser vista y preservada. Para quien no la haya visto, puedo garantizar si la ven no solo se darán cuenta de que están ante una obra maestra, sino también que se trata de una de las grandes películas de horror de la historia.
