El conocido Cuarteto Kronos se ha caracterizado por buscar nuevos horizontes en el campo de la música de cámara para su agrupación y una de sus metas es volver a esas épocas en que no había diferenciación entre la llamada música clásica y la popular.
En los primeros tiempos del arte musical, la música era una y usualmente se usaba para los servicios religiosos, mientras que el pueblo cantaba y bailaba con música que no era muy diferente a la de las iglesias.
En su evolución, los dos géneros, por así llamarlos, fueron separándose y así se creó la música erudita, que el común de la gente no entendía, y por eso la enorme dicotomía que a la larga entró al campo musical, con dos tipos musicales que mutuamente se excluían. Los del Kronos buscan que no haya esa separación y de ahí los numerosos experimentos que hacen. Pero ellos no han abandonado el género culto, como lo muestran sus numerosas grabaciones de obras de muchos de los grandes compositores de nuestros días.
El cuarteto dio una serie de conciertos en Bogotá y tuve la oportunidad de asistir al último de ellos en el Teatro Santo Domingo, con un programa que incluyó nada menos que una docena corta de obras que son una demostración de la meta que tienen. Con excepción del cuarteto de Penderecki, se dedicaron a una serie de piezas de corta duración que tenían en común la característica de que lo importante es el sonido y sólo en segundo lugar buscan melodía e incluso ritmo. Obviamente en ese tipo de música adaptan ese rango mínimo de atención que caracteriza a la música popular de nuestros tiempos y detalles como la forma, o sea, la arquitectura musical, desaparecen.
Lo anterior muestra que el público al cual estaban destinados los conciertos no es el habitual de recitales de conjuntos de cámara. Desde luego los del Kronos han sido catalizadores de la creación de mucha música importante de músicos que interpretan en otras partes, como Adams, Glass, Reich y Schnittke para sólo mencionar unos pocos, pero nada de eso lo mostraron en su recital. La respuesta entusiasta del público mostró que sabían para quién tocaban y desde luego las obrillas eran atractivas y ellos lo hacen muy bien. Lo malo es que al final uno se siente como en una de esas comidas donde todo lo que dan son aperitivos y no hay plato principal.
Una nota al margen sobre un tema diferente es dejar constancia de la muerte del ingeniero de sonido Ray Dolby, una de las figuras que más influyeron en el desarrollo de la alta fidelidad en discos y en cine. Fue una figura importante, así hubiera sido desconocido por el gran público, y su muerte deja un gran vacío en el campo de la acústica electrónica.