La inminente desaparición del disco compacto es parte de las profecías de todos los analistas de la industria fonográfica.
Según ellos, el futuro es negro, ya que por un lado la piratería representa un porcentaje importante de la venta de discos en formato físico y, por el otro lado, el incremento de las descargas digitales ha ocasionado que las grabaciones se consigan cada vez más de esa manera y cada vez menos como CD. Además, cada vez surgen menos artistas de gran popularidad puesto que han desaparecido las formas tradicionales de promoción. Las radiodifusoras que creaban éxitos son cada vez menos y la televisión ignora con frecuencia cada vez mayor los programas musicales que creaban artistas triunfadores.
De hecho, hay quienes ponen el ejemplo de los mismos Beatles, cuya gran popularidad y éxito comenzaron cuando fueron parte de varios programas de TV. Dicen que ni siquiera con el gran talento que tenían estos artistas el gran público los hubiera conocido si sólo se hubieran dedicado a presentaciones en vivo en conciertos. Un concierto puede llegar a sólo varios miles de espectadores, mientras que la televisión alcanza millones. Por eso son tan pocas las grandes estrellas que han surgido en los últimos años y eso igualmente contribuye a la decadencia del disco, que se compraba para tener en casa la oportunidad de oírlas.
Esos pesimistas presagios pueden ser ciertos o no, pero ellos nada dicen de un mercado pequeño pero importante, el de la música clásica. La realidad es que el porcentaje de ventas de este género cada día es menor y uno se pregunta si llegará el momento en que el disco clásico desaparezca igualmente.
Los jóvenes ignoran la música clásica, o sea que no se forman nuevos públicos. Por el lado positivo, sin embargo, hay que decir que en muchos sitios, en especial en Europa y algunas partes de Asia, el porcentaje de interés en el producto clásico sigue constante. Como la fidelidad de las descargas digitales es discutible y el aficionado a la música clásica quiere oír lo suyo con el mejor sonido posible, eso quiere decir que el único camino que tiene para lograrlo es el soporte físico. Por tanto, no es aventurado pronosticar que si bien el interés por el disco popular puede disminuir, los aficionados a la música clásica que quieran tener una discoteca con obras importantes de ese género seguirán comprando discos.
Esto se refleja, por ejemplo, en el hecho de que aunque las compañías grandes han disminuido sus lanzamientos clásicos, las más pequeñas están llenando ese vacío con aparente éxito. Eso quiere decir que probablemente el futuro del disco clásico no es tan negro como pronostican los pesimistas, para bien de la divulgación de las grandes creaciones musicales de todos los tiempos. Ojalá que esto sea cierto.