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El gran escritor de cuentos infantiles

Manuel Drezner

01 de agosto de 2025 - 11:05 a. m.

Hans Christian Andersen, el gran escritor danés de cuentos infantiles, murió el 4 de agosto de 1875. En estos días, el mundo recuerda a quien muchos consideran la cima de los autores de relatos para niños. Era un hombre que escribía sin menospreciar a su público y cuyos relatos, además de ternura, tenían un humor excepcional. Es difícil no recordar sin amplia sonrisa a ese emperador que salió desnudo mientras que sus súbditos elogiaban su vestido nuevo o al soldadito de plomo cojo que se enamoró de una bailarina de papel.

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Andersen, al contrario de los otros grandes cuentistas infantiles, los hermanos Grimm, no usaba relatos recogidos en las tradiciones folclóricas, sino que sus argumentos eran propios y además no tenían esos contenidos macabros de los alemanes, con abuelitas tragadas por lobos feroces o niños abandonados en el bosque porque sus padres no los podían mantener. Los contenidos sádicos de los Grimm estaban bien lejos de la imaginación que tuvo Andersen, que era amable y tierno. Es difícil olvidar a ese patito feo, menospreciado por todos que acabó convirtiéndose en un hermoso cisne; a la sirenita, que Disney usó en una hermosa película, o a la pobre vendedora de fósforos, igualmente usada por Renoir en una cinta corta. Muchos consideran que algunos de sus relatos tienen un fondo autobiográfico, ya que Andersen siempre se sintió rechazado y se avergonzaba de sus orígenes humildes. Pero, al contrario de muchos escritores, lo anterior no hizo que en sus escritos tratara de vengarse del mundo, ya que siempre lo vio a través de un cristal risueño y quizá eso explique su permanencia después de todo este tiempo.

La tumba de Andersen tiene como inscripción “El alma de un poeta que descansó en el seno del Señor” y eso fue lo que él se consideró siempre: un poeta que en sus cuentos quiso transmitir sus sentimientos. Si uno fuera a hacer un catálogo de los grandes escritos para niños, los cuentos de Andersen, al lado de “Alicia en el país de las maravillas”, de “La Red de Carlota” y, alargando un poco la definición, de “La granja de animales”, de Orwell, fueron insuperables y además tenían la característica de que ellos podían ser leídos y gozados por adultos también.

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Lo más notable de la obra de Andersen era ver cómo sus cuentos reflejaban una sensibilidad única que transmitía sin reservas y tal vez eso explique por qué están entre las creaciones más traducidas a todos los idiomas y que ahora, 150 años después de su muerte, parecen modernos. Reflejar sentimientos humanos los volvió definitivamente eternos.

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