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“Un lector vive mil vidas antes de morir y quien no lee a duras penas vive una sola vida” es un cita célebre que viene bien a cuento ahora que se ha lanzado una campaña para que en estas festividades se regale un libro. Yo diría entre paréntesis que esta benemérita iniciativa no ha sido hecha con suficiente énfasis, pero la buena intención se reconoce. Otra cita que vale la pena recordar es que un libro es un aparato mágico portátil, y recordar que leer es algo que alarga nuestros horizontes.
De lo que se trata es de dejar constancia de que uno de los grandes placeres de la vida es el de la lectura, y es triste ver cómo entre la juventud de nuestros días no se fomenta lo suficiente la creación de este hábito. Quien no lo ha adquirido no sabe lo que se pierde. La lectura es una combinación de placer, de adquisición de conocimientos, de discusión interna con grandes pensadores del pasado y quizá la forma más sublime de entretenimiento que existe. Vale recordar aquí la bella novela de Ray Bradbury Fahrenheit 451, título que hace referencia a la temperatura a la cual arde el papel. En esta obra distópica, uno de los objetos de la sociedad en la que vive el protagonista es destruir y quemar todos los libros existentes. Un grupo que se opone a la maniática idea, para preservar los libros, hace que cada miembro de ese grupo se aprenda un libro de memoria. Ese es un homenaje indirecto a la lectura y hace que uno considere cómo sería de horrendo un mundo sin libros.
Es por eso que hay que apoyar esa campaña de que un libro es un regalo ideal. El fomento a la lectura es dar la oportunidad a quienes lo reciben de saber que cada libro esconde un mundo que está al alcance de quien quiera abrirlo. Quizá por eso Jorge Luis Borges decía que el paraíso debía ser una inmensa biblioteca.
