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Definitivamente en el Teatro del Liceo de Barcelona saben hacer las cosas bien.
No en vano es una de las grandes casas de ópera del mundo y sus temporadas presentan grandes óperas con grandes artistas y sobre todo en montajes que no siguen esa línea que como corderitos imitan cantidad de teatros líricos del mundo y que algunos críticos han bautizado con toda justicia "eurotrash" o sea basura europea. En esta clase de versiones, traicionan en todas las formas posibles los conceptos de los autores y vemos tan absurdos como Rigolettos que han perdido la joroba, o Toscas representadas no en los lugares romanos que Sardou y los libretistas se tomaron el trabajo de definir, sino en oscuros y feísimos laberintos o Lulus en los que ni siquiera aparece el retrato de la traviesa protagonista, que tiene papel tan central . En el Liceo hemos visto versiones escénicamente modernas pero respetuosas, como el Boulevard solitude de Henze, que comenté el año pasado y donde cantó nuestra Juanita Lascarro y como la que acabamos de gozar de La hija del regimiento” con Juan Diego Flórez, quien hizo la hazaña de no sólo hacer los nueve do de pecho que marca la partitura, sino que ante el aplauso repitió su aria con un total de 18 de estas espectaculares notas. Igualmente originaria del Liceo es El jardín de Diana, de Martín y Soler, montado en compañía con el Teatro Real de Madrid y que permitió gozar una pequeña joya del siglo XVIII que el mismo Mozart no se hubiera avergonzado de firmar.
Tuve para estas representaciones la utilísima guía de Adela Rocha, una entusiasta y eficiente encargada de relaciones internacionales del Liceo, cuyo orgullo por el teatro y su repertorio es evidente. Ella me informó de la nueva temporada que incluirá una ópera nueva de Agusti Charles y una obra que casi nunca se ve a pesar de los muchos merecimientos que tiene, la Ariadna y Barba Azul, de Paúl Dukas. Además de estas novedades el repertorio incluirá muchas de las óperas populares, para una temporada de verdad envidiable.
Pero el ejemplo que hay que destacar es que aquí hay un teatro, con excelente repertorio, grandes cantantes y que sabe que su misión es presentar las óperas como las concibieron sus creadores, con los recursos de la escena moderna pero sin caer en caprichosos montajes que nada tienen que ver con el original y que sólo sirven para “epater le bourgeois” como dicen los franceses o lo que es lo mismo "descrestar calentanos" como decimos por aquí. Si hubiera más teatros en el mundo como el Liceo de Barcelona, mucho mejor estaría el mundo de la ópera.
