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Aunque sea llover sobre mojado, vale la pena traer nuevamente a cuento el tema del olvido en que han caído muchos artistas, en especial pintores, que hicieron aportes importantes al arte colombiano y a quienes hoy pocos recuerdan. Se trata de nombres que fueron, en su momento, centrales al desarrollo cultural del país y a los que, lógicamente, los museos deberían contribuir para reparar esas injustas omisiones, con lo cual la historia cultural colombiana sería puesta al alcance del gran público.
Menciono por ejemplo los casos de Luis Alberto Acuña, Gonzalo Ariza y Marco Ospina. Cada uno de ellos trajo ideas innovadoras que sirvieron de base para la evolución artística del país: Acuña, con su deseo de mostrar la cultura precolombina, Ariza, cuyos cuadros únicos llevaron el realismo a nuevas cimas y Ospina, precursor del arte abstracto en Colombia, todos ellos son nombres que merecen ser recordados para mostrar cómo evolucionó la cultura pictórica entre nosotros.
Esto es injusto porque todos ellos eran artistas talentosos, que hicieron grandes aportes al arte colombiano y hoy nadie habla de ellos. Lo peor es la forma como los museos, que deberían desarrollar una labor educativa, no hacen nada para corregir esta injusticia. ¿Dónde están las muestras de artistas importantes dentro del arte colombiano del inmediato pasado? ¿Y dónde planes a largo plazo que demuestren que se está cumpliendo la labor educativa que justifique su existencia? Lo dicho comprueba que la labor de los museos de educar, de rescatar el arte importante y de ponerlo al alcance del público en una forma didáctica, no se está cumpliendo a cabalidad. De hecho, muchas veces en el exterior se sabe más de nuestros artistas de lo que sabemos aquí.
Otro ejemplo patente de ese olvido, es el de Wiedemann, un ilustre pintor colombo alemán, que entre nosotros creó obra de gran valor y dignidad y que en forma misteriosa nunca se ha vuelto a mencionar. Lo mismo ha sucedido con Luciano Jaramillo, pintor tempranamente desaparecido, artista de imaginación desbordante, de uso increíble del color y que no ha sido recordado desde su fallecimiento hace varios años. Otro artista echado al olvido es Augusto Rivera, quien ganó el premio de uno de los salones de artistas colombianos y que tuvo presencia no solo en la pintura sino también en el teatro y que supo combinar tradiciones indígenas con arte moderno mucho antes que otros lo hicieran.
Se pueden citar otros nombres de artistas ignorados que deberían ser parte de la labor educativa de los museos. Hay que buscar que quienes están al frente de esas entidades sean conscientes de esta labor que deben cumplir, con lo cual no solo justifica su existencia, sino que también contribuirían a reparar los injustos olvidos citados.
