Un artículo en una revista francesa afirma que, al igual que al cine se le ha bautizado como el séptimo arte, el título de octavo debería darse a la gastronomía, que ha pasado de ser algo meramente utilitario a una categoría estética, como lo demuestran los precios no exactamente al alcance de todos de algunos restaurantes. No es que haya habido unanimidad en cuáles son las artes y su definición ha cambiado al paso del tiempo. La más reciente ha dicho que las artes son arquitectura, escultura, pintura, música, literatura y danza, con el cine como séptimo arte. Pero ahora vale la pena recordar el nombre del que se considera fundador de la gastronomía, François Vatel.
El nombre de este cocinero es importante para los amigos del buen comer porque fue él quien comenzó a ver la cocina como arte. Hasta su época, comer era una simple necesidad vegetativa, pero eso cambió gracias a un pequeño grupo de artesanos, entre los que se destacó Vatel. El problema hasta ese entonces era que toda comida estaba tan llena de especias para conservarla, lo que hacía que todo supiera a lo mismo. Las especias eran tan básicas que Colón comenzó sus viajes de descubrimiento para encontrar un camino alterno para traerlas a Europa. Pero Vatel mostró que las especias no eran necesarias y comenzó a crear platos culinarios con sabor propio, algo que en ese entonces prácticamente se desconocía. En esa forma, el gusto por la buena cocina entró primero a la corte y la nobleza y después a la burguesía, con lo cual la gastronomía no solo nació, sino que creció hasta el punto de crear la profesión del chef, el cocinero especializado en preparar platos que regalarán al paladar. Los vegetales, considerados hasta ese entonces comida vulgar, comenzaron a ser consumidos como parte del buen comer y todas las tradiciones a este respecto cambiaron. Los cubiertos fueron introducidos y la gente dejó de comer con las manos y se comenzaron a usar las buenas maneras en la mesa.
Vatel fue el cocinero de Luis II, príncipe de Condé, al cual por sus triunfos bélicos apodaron Gran Condé y este transmitió su apodo a su gran cocinero, recordado desde ese entonces como el Gran Vatel. Su muerte en 1671 hizo honor a su vida: en una comida en homenaje a Luis XIV, a quien Condé quería desagraviar por haber participado en la Conspiración de la Fronda, el plato principal no pudo comenzar a prepararse porque el pescado necesario no llegó. Vatel consideró que eso lo humillaba y se suicidó. Los criados, que entraron a avisarle que el pescado por fin había arribado, encontraron muerto al padre de la gastronomía.