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El puesto quince

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Manuel Drezner
27 de diciembre de 2008 - 12:31 a. m.
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Estoy de acuerdo con que el idioma hay que simplificarlo y tener dos palabras para lo que puede ser descrito con una sola, sobra. Pero si vamos a simplificar, en vez de quinceavo lugar o décimo quinto lugar, ¿no sería mejor decir que ocupó el puesto quince? (RENATA DE GUERRA, Bogotá).

Con la buena sugerencia de la amiga, creo que por ahora se puede dejar dormir otra vez este tema por varios años. Lo único malo es que los puristas, en lugar de aceptar sugerencias tan lógicas, seguirán insistiendo en que las reglas dicen otra cosa, así el uso haya dejado de lado las reglas.

El tiempo perdido

Hay una obra de Proust, que dicen que es muy buena, llamada En busca del tiempo perdido. Como no he tenido ni tiempo ni ganas de leer ese inmenso mamotreto de siete tomos y miles de páginas, sólo quisiera saber si, al buscar el tiempo perdido, este autor lo pudo encontrar (JULIO CÉSAR ARDILA, Popayán).

El colaborador de Popayán (¿por qué será que llegan tantas cartas curiosas, por decir lo menos, de Popayán?) no sabe lo que se pierde al no tener tiempo ni ganas. En busca del tiempo perdido es una obra monumental pero exquisita, un maravilloso estudio de personajes y un excelente reflejo de la vida; quienes la han leído unánimemente declaran que es una de las cúspides de la literatura de todos los tiempos. La respuesta a la extraña pregunta del colaborador es que sí, que Proust, quien escribió la obra precisamente para recuperar sus recuerdos, lo logró y de qué forma magnífica. De hecho, el último de los volúmenes de lo que el colaborador llama mamotreto, se llama precisamente El tiempo recobrado. Esto no es contar el final de la historia, de modo que por el bien del colaborador, le deseo que se anime a leer esa obra maestra.

Las momias

Si a los egipcios los momificaban al morir, ¿por qué son tan pocas las momias que se conocen? (RUDI, Cali)

No todos los cadáveres de egipcios eran convertidos en momias. Este tratamiento (que aún en ese tiempo debía ser costoso y difícil) lo reservaban para la nobleza y la gente de grandes recursos económicos. Hasta el siglo XIX hubo gran cantidad de momias en Egipto, pero cuando llegaron los primeros trenes, aparentemente el combustible más barato que se tenía a mano eran esas momias y al ser usadas en esa forma, la cantidad que había disminuyó en forma considerable.

manueldr@etb.net.co

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