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El repertorio de los conciertos

Manuel Drezner

27 de febrero de 2017 - 10:00 p. m.

Una de las grandes virtudes que tendrá el festival de música rusa romántica que se avecina en el Teatro Santo Domingo es que dará la oportunidad de escuchar música que solo en raras ocasiones figura en programas de conciertos y recitales y que incluso no se ha llevado al disco con frecuencia. Un somero examen de la programación del festival dio el curioso resultado de comprobar que más de la mitad de las obras que figuran en los programas son estreno en Bogotá y conste que no se habla de compositores esotéricos sino de músicos como Glinka, Glazunov, Borodin o Medtner, o sea que el evento en cuestión tendrá mucho de original, lo cual constituye un atractivo más para asistir a esos conciertos.

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Lo anterior trae a cuento nuevamente el problema del repertorio de conciertos y de recitales, que en muchas ocasiones no hacen sino repetir una y otra vez los mismos caballitos de batalla. Es posible que esto se deba a que a los organizadores les interesa atraer al público con música que saben que tiene popularidad, pero el resultado es que en muchas ocasiones la misma música se oye una y otra vez y se ignoran otras composiciones, quizá menos populares pero que vale la pena oírlas.

De hecho, una buena parte del mencionado repertorio habitual es fácil de conseguir en grabaciones fonográficas que posiblemente los amantes de la música ya tienen, de manera que dar oportunidad de presentar obras diferentes haría un gran servicio a la música y sus aficionados. Esto quiere decir que quienes programan eventos musicales deberían buscar la posibilidad de presentar repertorio diferente al que se escucha una y otra vez como un servicio auténtico a la divulgación de la música. Para poner ejemplos, bien se podrían programar (para decir unos nombres al azar) obras de Scriabin, de quien nunca se ha escuchado por estos lados ninguna de sus meritorias sinfonías; de Alkan, el ilustre pianista que muchos preferían a Liszt (aunque claro que para tocar obras de este se necesita un virtuoso de gran técnica); de Saint-Saens, para mencionar a alguien más conocido, cuyos conciertos para piano y sinfonías son atractivos; de miembros del grupo francés de Los Seis que hicieron creaciones interesantes y así sucesivamente.

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Los conciertos no solo deben dar placer, sino además educar y presentar obras de músicos diferentes, es algo que les agregaría atractivo. Ojalá alguien escuche estas sugerencias que harían mucho por dar vitalidad adicional al panorama musical bogotano.

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